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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Qué pasa en Argelia?

Hace casi dos años que Abdelaziz Buteflika ocupó la presidencia de Argelia con un teórico proyecto de concordia nacional que liquidaría nueve años de conflicto civil. Pero las matanzas de inocentes prosiguen con regularidad macabra. La última, 27 personas el fin de semana pasado. Al abrigo de miradas exteriores, Argelia continúa en un aciago túnel que los dirigentes del país norteafricano describen de forma simplona como una guerra entre la sociedad y los terroristas islámicos.

Un enfrentamiento que se ha cobrado más de cien mil vidas es mucho más complejo. Cada nuevo testimonio conocido fuera del escenario de pesadilla en que se ha convertido Argelia abunda en la implicación directa o indirecta de las fuerzas de seguridad en algunos de los peores episodios de exterminio. Así lo documenta un libro recién aparecido en Francia, escrito por un joven oficial convertido en testigo de cargo, y así lo anticipaba hace pocos meses otro libro cuyo autor es un superviviente de una matanza masiva en 1997. Los dirigentes argelinos atribuyen las acusaciones a una conspiración de sus enemigos, mientras vetan sistemáticamente cualquier investigación imparcial sobre lo que sucede.

Pese a la fachada civil de Buteflika, Argelia sigue bajo el control de los clanes militares que cancelaron en 1992 las elecciones que iban a ganar los islamistas. Se mantiene en blanco a los ciudadanos sobre la situación del país. Argel no confirma nada, no responde a preguntas, raramente da cifras fidedignas sobre el incesante rosario de muertes violentas. Ningún Gobierno desde hace nueve años, tampoco el de Buteflika, ha intentado hacer luz sobre los miles de asesinatos o secuestros. Según Amnistía Internacional, más de 4.000 personas han desaparecido después de ser arrestadas por las fuerzas de seguridad.

El presidente intenta hacer la paz con la misma opacidad con que se hace la guerra y calla incluso frente a los recientes ataques de sus aliados políticos. Su silencio alimenta las especulaciones sobre una pugna irresuelta en la cima del poder y apuntala la confusión política en un país donde casi todo lo prometido hace dos años sigue por hacerse: desde la reforma de la economía a la de la justicia, la enseñanza o la corrompida Administración. El Gobierno, sin embargo, prepara una nueva ley de información todavía más represiva que la actual. El trágico tobogán no tiene solución militar. Sólo acabará si Argel acepta aclarar lo que ha sucedido, lo que está sucediendo.

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