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Reportaje:

Un temblor social sacude El Salvador

Iglesia, partidos y ONG exigen al Gobierno un pacto nacional sin exclusiones para reconstruir el país

El temblor es casi permanente: éste es un país que, literalmente, se mueve a cualquier hora. También los muertos (que se elevan a 277), daminificados y daños se mueven, crecen y ninguna cifra refleja la realidad. Los que mueren y sufren viven en los ranchitos, habitáculos de adobe y lodo de los que está sembrado el país. Vivían sin luz, agua o letrinas bajo cartones y hojalatas: hoy no les queda ni eso. Mientras, en San Salvador, la vida sigue casi como si nada; de vez en cuando, un ligero vaivén, un apagón, un corte de teléfono: nada raro.

El temblor repetido incontables veces ha sido telúrico, pero también es político y social. Y si en tres años El Salvador padeció El Niño (97/98), el huracán Mitch (98), las epidemias de dengue y retrovirus (2000), ahora llueve sobre mojado. Para acabar de complicar las cosas, la moneda salvadoreña, el colón, se halla, desde el 1 de enero de este año en proceso de dolarización. Las necesidades inmediatas de los afectados son agua potable, vivienda, comida, escuelas, medicinas y ayuda psicológica; los periódicos hablan de 'emergencia emocional' y explican que, entre los supervivientes, el nivel de ansiedad es enorme. No puede ser de otra forma, éste es un país vulnerable en casi todo, empezando por cómo reconstruirlo.

La polémica comienza en los censos y acaba en las acusaciones de clientelismo en el reparto de fondos

Un mes después del primer gran terremoto y pese a las declaraciones gubernamentales, los partidos políticos, las organizaciones sociales y cívicas y hasta la Conferencia Episcopal Salvadoreña plantean la necesidad de la 'elaboración concertada de un proyecto global de reconstrucción al que se puedan consagrar con pasión las mejores energías de todos y cada uno, sin excluir a nadie', según el documento de los obispos salvadoreños. Éstos piden 'una mesa común para diseñar juntos el futuro de la nación', según dijo a EL PAÍS Gregorio Rosa Chavez, obispo auxiliar de San Salvador. La Iglesia católica se ofrece como mediadora en una 'situación de emergencia llena de tensión'.

La unánime solicitud de unidad es respaldada en una crítica declaración -'si continuamos en el rumbo actual, los terremotos profundizarán nuestros males históricos' y advierte del peligro de 'confrontación e ingobernabilidad'- hecha pública por una cincuentena de ONG de amplísima representatividad social e importantes contactos humanitarios internacionales.

El documento de estos expertos en el trabajo social solicita la definición de prioridades para la reconstrucción y las concreta en tres ámbitos: la vivienda, el empleo y la reactivación del aparato productivo y lo que llaman 'vulnerabilidades ambientales y sociales', que engloban tanto la atención psicológica como la prevención de desastres.

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Se pide también al Gobierno de Francisco Flores: 'Que en el plazo más breve posible se presente una sólida propuesta de reconstrucción y desarrollo que nos permita llegar unidos como país a la reunión del Grupo Consultivo de Madrid', que se celebrará en marzo. Las críticas a la actuación del Ejecutivo de estas ONG se centran 'en la falta de eficacia a la hora de organizar la distribución de la ayuda internacional y los propios efectivos del país', explicó Ana Eugenia Martín de Intermon.

Flores, un moderado del derechista partido Arena, ha reclamado a través de la televisión más ayuda internacional. Flores dijo, poco antes del último terremoto, que la ayuda exterior se había detenido provocando el estupor de las muy activas ONG que trabajan desde hace años en el Salvador. Antes de las últimas sacudidas, el Ejecutivo había traspasado la responsabilidad del reparto de ayudas a los municipios ante la inoperancia de la Comisión Nacional de Seguridad, un organismo que reune a empresarios, y del Comité de Emergencia Nacional, que preside el ministro del Interior. La polémica sobre quién ha de reconstruir el país y cómo hay que hacerlo había, pues, comenzado ya antes del último zarpazo de la tierra.

Con el traspaso a los municipios del sistema de reparto de los fondos de ayuda, el Gobierno les trasladaba también la responsabilidad sobre la complicada y difícil reconstrucción. Pero la polémica, entre Gobierno y alcaldes, comienza en los censos y acaba en las acusaciones de clientelismo en el reparto que de los fondos podrían hacer determinados alcaldes.

Los seis partidos políticos con representación en la Asamblea Legislativa, incluido Arena, también han reclamado al Gobierno que se les incorpore a la reconstrucción del país. El lunes, mientras el principal partido de la oposición, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), se ponía a las órdenes del Ejecutivo para trabajar en un plan que incluyera a todos los sectores del país, el presidente declaró que 'el único acuerdo al que estaba obligado era el que tenía con las víctimas del terremoto', y descartó todo consenso con otros grupos políticos y sociales.

La reina Sofía, ayer, en Santa Tecla.
La reina Sofía, ayer, en Santa Tecla.

'Bienvenida, Reina solidaria'

'Bienvenida, Reina solidaria', dicen los anuncios que ha insertado en la prensa local de San Salvador el Banco Multisectorial de Inversiones. La reina Sofía ha llegado al país centroamericano en horas de luto y dolor extremo. 'Es una Reina guapa que ha venido pese al segundo terremoto', decían la otra noche unas monjitas en la catedral donde la Reina entregó una talla barroca de la Virgen María, ante todo el Gobierno; el Cuerpo Diplomático; el arzobispo de San Salvador, el español miembro del Opus Dei Ángel Sáez Lacalle, y un montón de fieles y sacerdotes. La entrega ha querido recordar la leyenda de la fundación de la ciudad, según la cual Carlos V envió una talla de Jesús Salvador que dio nombre al país. La Reina ha tenido dos apretadas jornadas que le han puesto en contacto con una desoladora realidad. En Santa Tecla, donde el 13 de enero desapareció un barrio entero de 400 casas, con 600 muertos e incontables desaparecidos, pudo ver lo que es un pueblo convertido en cementerio que ha tenido que ser bañado en cal. Escuchó las explicaciones del ministro del Interior y responsable de la criticada Comisión de Emergencia Nacional; fue acompañada por la esposa del presidente, pero no tuvo oportunidad de escuchar lo que ocurrió ese día de primera mano; el alcalde del pueblo, miembro del partido de la oposición y muy crítico con la forma gubernamental de organizar la ayuda humanitaria, no fue invitado. Las primeras palabras de la Reina fueron para expresar el dolor y la tristeza del Rey y el pueblo español. Y lo hizo, tras haber comido con cooperantes, visitado el colegio Padre Arrupe de Soyapango, haber entregado juguetes a niños damnificados y supervisado la construcción de viviendas por parte de la Agencia Española de Cooperación Internacional, en la sede del Banco Multisectorial de inversiones, donde presidió una reunión hispano-salvadoreña para promover microcréditos. La Reina se ha convertido en un apóstol de esta modalidad de crédito, que, según dijo, 'facilita y mejora las condiciones de vida de las capas sociales más necesitadas, al tiempo que fortalece la autoestima y la dignidad de las personas'.

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