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Columna
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Fracaso

Todavía no conozco ni un solo argumento de peso en contra de la caja única andaluza, pero sí unas cuantas consideraciones extravagantes: gente que se supone seria se ha atrevido a decir que disminuiría la competitividad, como si la caja única resultase la única entidad de crédito que fuese a funcionar en Andalucía.

En los últimos quince años, en el mundo se han visto fusiones que parecían imposibles. Basta echar un vistazo al panorama bancario que existía en España a mediados de los ochenta y al que existe en la actualidad. No hay nadie que pueda decir que haya dado mal resultado. La fusión de las cajas andaluzas era sobre el papel muy sencilla: sobran las experiencias. Quizá por eso Manuel Chaves decidió hacer públicas sus intenciones a pesar de que algunos de sus colaboradores le advirtieron de que antes convenía lanzar varias sondas.

No contó Chaves con el numantino vigor de unos cuantos presidentes de cajas que se resistían a dejar de cobrar sus generosísimos sueldos y a abandonar un poder que les permite suculentas oportunidades. También minusvaloró la influencia de un sector del empresariado que, en la era de la globalización, no mira más allá de los límites de su provincia y ni falta que le hace, porque para prosperar en el negocio inmobiliario basta tener buenas relaciones con los políticos municipales y con las cajas que olvidan que la especulación inmobiliaria no está entre sus fines.

De estos intereses -que no son precisamente los de los sectores más dinámicos y con más futuro- nació la nueva oleada de furor localista contra la caja única que se ha extendido por la mayor parte de Andalucía. A la alianza de arribistas, financieros advenedizos y señoritos de siempre no le ha faltado el apoyo de algunos medios de comunicación, que agradecían la financiación recibida, y de algunos partidos y sindicatos con tendencia a gastar más de lo que pueden.

La caja única es ya un proyecto remoto e improbable. La experiencia sobre fusiones es amplia, pero dudo que haya habido un proceso de fusión fiado, como éste, al largo plazo. En estos asuntos la rapidez y el sigilo son esenciales. Decir que se va a llegar a la caja única a través de fusiones parciales es confiar en que el paso del tiempo arregle algo, cuando probablemente sirva más bien para que los atrincherados fortalezcan sus posiciones.

Chaves parece haber abdicado de su único proyecto ambicioso desde que llegó el poder. Ahora todos miran a la consejera de Economía, Magdalena Álvarez, porque a alguien hay que echar las culpas. Se le acusa, no sólo desde el PP sino también desde su partido, de falta de flexibilidad. Es curioso que, en cambio, nadie culpe a Chaves de precipitación y de falta de energía. Difícilmente iba Chaves a convencer a la oposición si era incapaz de persuadir a los presidentes de las cajas sevillanas, que son militantes de su partido; si es incluso incapaz de castigarles sin postre, de impedirles que sigan cobrando sus sueldos durante un par de años más.

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Al abortar la caja única se pierde un utilísimo instrumento básico para la cohesión de Andalucía y se abandona la posibilidad de que nuestro futuro económico se pilote desde aquí mismo.

Visto lo que dan de sí nuestros líderes políticos, económicos y sociales, quizá sea una ventaja.

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