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Reportaje:

Los niños afganos se mueren de frío

Pueblos enteros huyen de la guerra y la sequía en Afganistán en penosas condiciones

Docenas de niños afganos, exhaustos por el largo viaje emprendido junto a sus familias en busca de comida y refugio, se congelan desde hace semanas en campos de refugiados provisionales, según la ONU. Son las víctimas más recientes y jóvenes de una guerra sin final, de la sequía que azota su país y de la desatención por parte del Gobierno de los talibán y de la comunidad internacional. Forman parte de una migración de cientos de miles de personas -a veces pueblos enteros- que se dirigen hacia Herat, al oeste de Afganistán, y hacia la frontera este con Pakistán. Allí se refugian 1,2 millones de afganos desplazados. En Irán hay 1,3 millones más. Y ambos países consideran ya cubierto el cupo de los que pueden admitir.

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Larry Thompson, de la ONG Refugees International, encontró hace 10 días al visitar los alrededores de Herat a 'decenas de miles de personas viven en tiendas frágiles y sin acondicionar. No tienen calefacción ni camas adecuadas'. Tumbas recientes cuentan la historia de los niños muertos. 'Los cementerios islámicos son muy sencillos', señala Thompson. 'Se cava un agujero en la tierra, se entierra el cuerpo y se cubre con piedras. Luego se extiende un cordel en la tumba que abarque desde la cabeza hasta los pies, para que se vea la talla del enterrado. En este cementerio había aproximadamente un centenar de tumbas nuevas y más de la mitad pertenecían a niños pequeños'.

Erik de Mul, coordinador de la ONU, señala que es difícil dar una cifra exacta de muertos. 'Calculamos que son unos 150, aunque quizá haya más', pero podrían ser muchos más. 'Creo que han tratado de resistir hasta que se encontraron tan desesperados que intentaron moverse', añade De Mul. Estos afganos son, según los criterios de la ONU, desplazados y no refugiados -categoría que se aplica a quienes salen fuera de su páís- por lo que no reciben asistencia del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.

© The New York Times.

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