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Muñoz Molina revisa el despertar de la novela en la transición

El académico recuerda a los autores que le influyeron en sus inicios como escritor

Muñoz Molina, que ocupa el sillón u de la Real Academia Española desde 1995, dedicó su intervención a relatar lo que le ha ocurrido a la literatura y a sí mismo en estos últimos 25 años. Comenzó su relato en noviembre de 1975, el mes en que murió el dictador, un 'tiempo turbio y sombrío lleno de incertidumbre y de miedo', que coincidió con su despertar como escritor. 'Quizás la novela es un arte al que le favorecen mucho los tiempos de tránsito', explicó.

El autor de novelas como El invierno en Lisboa (premio de la Crítica y premio Nacional de Literatura en 1988) o El jinete polaco (premio Planeta en 1991), declaró que el valor de un libro no es una 'categoría invariable, porque hay libros que llegan al lector demasiado pronto y otros que en un principio no le dicen nada pero que con el tiempo se convierten en una luminosa revelación'.

A Muñoz Molina como escritor le influyó tanto el contexto histórico que acompañó sus inicios, el paso de la dictadura a la democracia, como sus lecturas de aquel tiempo. 'En unos meses leí con dedicación algunas de las novelas que más han influido en mi manera de escribir y en el mismo hecho de haberme convertido en escritor. El autor de Carlota Fainberg respeta la costumbre de situar La verdad sobre el caso Savolta (1975), de Eduardo Mendoza, como el resurgir de la novela en España, aunque para él 'tiene sobre todo la importancia de un síntoma'. Ese mismo síntoma lo atribuyó en su conferencia a otro libro de entonces, La infancia recuperada, de Fernando Savater, que ejemplarizaba 'el gozo limpio de inventar y escuchar historias'.

Movido sobre todo por el placer de leer, Muñoz Molina, que venía de repasar a autores como Delibes, Cela o Torrente Ballester -que frecuentó como lector pero que no le influyeron como escritor-, llegó por fin a los que le ayudaron a ser escritor. En primer lugar, Borges, que con la precisión de sus cuentos le libró del 'contagio de las jergas estructuralistas y marxistas' imperantes. En aquel periodo de transición que correspondió al curso académico 1975-1976 y que Muñoz Molina pasó 'encerrado en una habitación solitaria leyendo sin parar e intentando escribir', llegaron como un maná para el aprendiz autores latinoamericanos como Vargas-Llosa, García Márquez, Rulfo, Carpentier, Bioy Casares, Onetti o Cortázar, a los que se unió la relectura de Faulkner, Flaubert, Joyce, Stendhal o Proust.

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