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Fin de ciclo

Es cierto que en la política catalana se respiran aires de fin de ciclo. Lo que no está tan claro es qué ciclo está acabando. Muchos elementos de la actualidad política que aparecen cada día en los periódicos se comprenden sólo desde esta excitación por el cambio, desde la convicción que el escenario está a punto de vaciarse y de volverse a llenar con algo nuevo y distinto. Pero no sé si estaríamos todos de acuerdo -me temo que no- sobre la verdadera naturaleza del cambio, sobre qué tipo de ciclo se está acabando y qué ciclo se puede abrir. Coincidiríamos todos, probablemente, en que el hecho central del fin de ciclo es la posible retirada de Jordi Pujol de la primerísima línea política. Una retirada que puede producirse en un plazo más o menos largo, pero que está por primera vez en el horizonte visible. Pero esta retirada puede cerrar ciclos muy diversos: políticos, ideológicos, generacionales, etcétera.

Maragall es la alternativa a Pujol, pero no es su recambio generacional ni mucho menos su heredero. Pujol, Maragall, Serra o Roca, en términos políticos, serían de una generación parecida, de un mismo ciclo

Para algunos, el ciclo que se acaba es simplemente el de la hegemonía convergente o, para los que gusten de otro nombre, pujolista. Se irá Pujol y se acabará el ciclo o se acabará el ciclo y se irá Pujol, por el orden que prefieran. Y sin él se acabará la hegemonía electoral -que no en otros terrenos de la vida catalana- de su proyecto político. Vendrán unas elecciones, las ganará Maragall y se abrirá un ciclo nuevo. El fin de ciclo sería simplemente la llegada de la alternancia política al Gobierno de la Generalitat.

Pero es posible que el ciclo que se acaba sea más amplio. No ya un ciclo político o de partidos, sino un ciclo generacional. En Cataluña, se mantienen en activo políticos -empezando por el propio Pujol- que tuvieron un papel importante en la transición y en los primeros años de democracia. La generación de la construcción de las bases de la situación actual. Es posible que estemos entrando en Cataluña con un cierto retraso al relevo generacional que ha llevado a gente como Aznar y Rodríguez Zapatero a los primeros lugares de la política española. Ahora bien, si el cambio de ciclo tiene este grado de profundidad -y yo creo que hay elementos para pensar que puede tenerla-, no es extraño que Maragall diga que prefiere enfrentarse con Pujol en las próximas elecciones catalanas. Sería el gran duelo crepuscular de dos hombres importantísimos de una generación que se retira. Porque Maragall es políticamente de la misma generación que Pujol. Es también un político de la construcción democrática. Por edad -acaba de cumplir 60 años- y por trayectoria personal e institucional. Maragall es la alternativa a Pujol, pero no es su recambio generacional ni mucho menos su heredero. Pujol, Maragall, Serra o Roca, en términos políticos, serían de una generación parecida, de un mismo ciclo.

Por tanto, si el cambio de ciclo es generacional, esto va a favor de personas como Mas y Duran, pero también como Carod, como Montilla, incluso como Piqué. Si el cambio de ciclo no es fundamentalmente una alternancia de bloques políticos sino un escenario nuevo, en el que hacen falta caras nuevas, quien apueste por gente de la nueva generación política tendrá algún punto de ventaja. Pero es probable, además, que un nuevo ciclo signifique no sólo un cambio de escenario y un nuevo casting político, sino también un cambio de guión. Por ejemplo, el ciclo que está finalizando podría ser el del nacionalismo reivindicativo. Esta es la apuesta o la intuición de los partidos de ámbito estatal, pero también de algunos sectores de partidos catalanes, que creen que podemos entrar en un periodo posnacionalista en el que la política catalana vivirá en el eje universal entre derecha e izquierda y la cuestión nacional perderá peso. Pero podría acabar también perfectamente el ciclo de los tabúes de la transición, que se pudiese hablar de todo más libremente y que esto precisamente hiciese subir la temperatura de la cuestión nacional. Sería un guión más favorable a los soberanistas, a los partidos que se definen fundamentalmente por su situación sobre el tema nacional.

En cualquier caso, algo se acaba y algo deberá empezar. No están claros ni el ámbito real de lo que se acaba ni la naturaleza de lo que empieza. Pero en política, prever es ganar. Y a veces intuir es la única forma de prever.

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Vicenç Villatoro es escritor, periodista y diputado de CiU en el Parlament.

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