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LA OFENSIVA TERRORISTA

Los empresarios calculan que ETA lleva recaudados 5.000 millones desde el verano

El asesinato de Korta y los atentados de Getxo atemorizan a los industriales y sus familias

La lucha contra la extorsión es difícil y peligrosa. Tanto que unas veces se paga con la vida y otras con el exilio. Hace unos meses, la mujer de un empresario de Guipúzcoa abrió el buzón y recogió una carta. Leyó en el remite el nombre de su hijo, pero en realidad era ETA quien le escribía. Los terroristas le informaban de que su marido debía 'aportar una ayuda económica para la liberación de Euskal Herria'. Tendría que pagar el impuesto revolucionario poniéndose en contacto 'con los círculos abertzales habituales'. El empresario no lo hizo. Le venció el miedo, o la angustia, o quizás la certeza de que nunca podría vivir en paz después de haber colaborado con ETA. Dinero para pistolas, para bombas; dinero para matar. Así que se fue. Ni el industrial ni su familia están ya en Euskadi. Tampoco su empresa.

Aun así, lo más frecuente es resistir. O pagar. Arriesgarse a que el nombre de la empresa aparezca el día menos pensado en todos los telediarios, con los cristales rotos y el género inservible, o agachar la cabeza e iniciar un incierto peregrinar hacia el recaudador de ETA.

'Es una decisión tan dura', explica un industrial de Vizcaya, 'que hasta ahora la veníamos tomando en soledad. Lo sufrías en silencio. Unas veces quemabas la carta o la tirabas a la papelera y otras te ponías en contacto con ellos. Pasabas miedo en uno u otro caso. Eso sí, casi nunca se denunciaba, era y es lo más peligroso: si ETA se entera -y se suele enterar-, ya no te perdona. Hay jurisprudencia', señala con una amarga ironía refiriéndose al caso de Isidro Usabiaga, a quien los terroristas mataron el 26 de julio de 1996 después de que la Ertzaintza lo grabara mientras efectuaba un pago a dos emisarios de la banda.

Los tiempos han cambiado, pero a peor. Ya ETA no negocia directamente con el empresario, sino que traslada el contenido de la extorsión a sus hijos o a su pareja, para que la presión sea mayor y el asunto se convierta en una auténtica tragedia familiar. Además, según fuentes de la lucha antiterrorista, la organización utiliza a 'una extensa red de cómplices: vecinos del pueblo, trabajadores de la propia empresa...; hay que desterrar la imagen tópica de un encapuchado cobrando el impuesto. Los métodos para pagar son más sutiles. A lo mejor, invirtiendo en tal o cual empresa, encargando una campaña de publicidad en ciertos medios de comunicación o encargando unos folletos a determinada editorial. Y, además, ahí al lado está Francia, donde ellos se siguen sintiendo muy cómodos para efectuar este tipo de operaciones'.

Por si fuera poco, la situación política en Euskadi no ayuda a que los empresarios se sientan seguros. Quizás por primera vez en todos estos años, los pequeños y medianos industriales vascos -gente emprendedora, hecha a sí misma, próxima al ambiente nacionalista- están criticando a los políticos por su manera de comportarse.

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La dura batalla que sostienen el PNV, por un lado, y los partidos constitucionalistas PP y PSOE, por el otro, les afecta de manera muy particular. De ahí que algunos sectores del empresariado decidieran reunirse a finales del pasado año con representantes políticos de diversos partidos para expresarles su malestar por el 'alto nivel de crispación' entre unos partidos y otros. Les dijeron que la economía vasca puede dar pronto señales de decaimiento, agravado por el lógico temor de los posibles inversores españoles o extranjeros a apostar por una Euskadi condenada a figurar cada día en las primeras páginas de los periódicos.

En algunas de esas reuniones, según revelaron a este periódico fuentes de toda solvencia, un destacado representante empresarial aportó una cifra. 'Desde el asesinato de José María Korta', vino a decir, 'ETA ha podido recaudar unos 5.000 millones de pesetas'. Puestos al habla con el dirigente de la patronal que todas las fuentes señalan como autor de la estimación, lo negó rotundamente: '¿Cómo pude haber dicho yo una cosa así? ¿De dónde pude sacar los datos...? Tendría que conocer las finanzas de ETA. Yo he visto cartas de extorsión de ocho, de 10 millones..., pero de ahí a saber cuánta gente está pagando, o cuánto se paga, o cuál es el total...'.

El mensaje oficial de la patronal vasca sigue siendo pues el mismo que el que llevó a Korta a la tumba: no pagar, resistir ante la extorsión. Pero tanto las referidas conversaciones privadas entre empresarios y políticos como los datos que obran en poder de Interior desvelan otra cosa diferente: el miedo le sale muy rentable a ETA. 'Tenemos constancia de que la banda terrorista y su entorno tienen cada vez más dinero', dice un alto cargo policial, 'su problema es de personal -terroristas cada vez más jóvenes y peor formados, más vulnerables-, pero no de dinero. El aparato de recaudación funciona'.

Sin ir más lejos, en el último comunicado de ETA, publicado el pasado día 19, aparecían señaladas cuatro empresas atacadas con bombas porque sus dueños, apuntados con nombres y apellidos, no quieren 'ayudar económicamente a la liberación de Euskal Herria'.

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