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CRISIS EN EL GOBIERNO BRITÁNICO

La maldición de la Cúpula del Milenio

La primera en notar el ponzoñoso embrujo de la Cúpula del Milenio, el Dome para el británico de a pie, fue la reina Isabel II. Nadie en el Reino Unido ha podido olvidar su expresión entre sorprendida y molesta cuando Tony Blair la tomó de la mano la noche del 31 de diciembre de 1999 para celebrar cantando la entrada del año 2000. La soberana salió indemne del trance, pero la maldición que parece haber sido echada sobre la media esfera blanca erigida a orillas del Támesis ha ido arrastrando a todos aquellos que se han visto envueltos en el proyecto más ambicioso aprobado por el Gobierno laborista.

Que la última víctima haya sido Peter Mandelson no es de extrañar. En su calidad de ministro encargado del Domo, a finales de los años noventa estuvo 18 meses al frente de un monumento que, según la oposición conservadora, debía marcar un hito en la historia del país y ha resultado ser un fiasco financiero y político. Sólo en septiembre de 1999, la cúpula había sido rescatada ya por quinta vez consecutiva de la ruina gracias a un préstamo equivalente a 12.700 millones de pesetas salido de la lotería nacional. Una ayuda pública difícil de explicar para un proyecto valorado al principio en 758 millones de libras (200.000 millones de pesetas). Tan mala impresión dio el nuevo apoyo oficial, que el banco japonés Nomura retiró su oferta de comprar las instalaciones por (105 millones de libras) unos 28.000 millones de pesetas una vez concluidas las celebraciones del año 2000.

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Y es que el talón de Aquiles del Domo ha sido siempre el mismo: unos contenidos carentes de suficiente atractivo como para atraer al público. A pesar de la propaganda, sus cuatro directores consecutivos y el apoyo personal de Blair y de los tories, que idearon el monumento durante su anterior mandato, las instalaciones sólo han sido visitadas por 6,5 millones de personas. Las previsiones oficiales hablaban de 11 millones de personas como mínimo. Los únicos que han acudido con entusiasmo son los escolares británicos, invitados de honor. Una buena idea, sin duda, pero que no ha dejado rastro en las maltrechas arcas del Domo ya que enraban gratis. Para una familia de cinco miembros la excursión salía por 20 libras (cerca de 5.500 pesetas).

Con sus diferentes muestras dedicadas desde el cuerpo humano a la fe, y sus vistosos artistas circenses descolgándose sin cesar desde el techo, las instalaciones no han conseguido seducir al visitante por una sencilla razón. Son insulsas y carentes de verdadera conexión y el visitante apenas puede hacer otra cosa que contemplarlas. Curiosamente, lo que sí reflejan son las diferencias de opinión y las presiones a que fue sometido el Ejecutivo laborista para contentar a todos, incluidos los distintos líderes religiosos representados en suelo británico, a la hora de montarlas.

El ejemplo de la denominada Zona de la Fe, que tan mala suerte le ha traído a Peter Mandelson, tal vez sea el más significativo. Los poderosos hermanos Hinduja aportaron 1 millón libras (275 millones de pesetas) para que esa exposición devolviera la imagen de un Reino Unido plural donde distintas religiones conviven con el cristianismo. Las presiones de la Conferencia Episcopal anglicana acabaron por diluir la idea original. Caído Maldelson, el futuro del Domo está paradójicamente en manos de un posible comprador amigo suyo, el constructor millonario Robert Bourne.

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