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Pardo evoca los estertores del franquismo en su segunda entrega autobiográfica

El autor de 'Memorias de memoria' prepara un diario íntimo

Los protagonistas de sus retratos, definitivos y limpios como un tajo, son los periodistas. Pero no sólo los periodistas mitificados por el autorrelato de la transición, aliento y vanguardia de la democracia, sino también los que ligaron su crepúsculo al propio del régimen franquista y que tuvieron en la redacción madrileña de la agencia Efe uno de sus más confortables hipogeos.

'Éste fue el periodismo con el que yo tomé contacto al llegar a España', explica Pardo. 'Lo curioso, en aquella agencia Efe, era que nunca llegué a conocer a ningún franquista profundo, de corazón. Aunque bien pensado, es lógico: los regímenes autoritarios fomentan la hipocresía. Todo lo contrario me pasó al entrar en el Grupo 16. Allí había mucha gente que estaba de acuerdo con Juan Tomás de Salas y su concepción de la libertad'.

Uno de los capítulos mejor resueltos del libro evoca el ambiente del llamado Café Roma de Madrid, donde merodeaban en franca promiscuidad los viejos saurios y las jóvenes camadas negras. Pero el personaje mejor trazado de ese café es el propio Jesús Pardo, un fantasma en busca de un cuerpo caritativo que le confiriese su identidad. 'Es verdad', dice, 'que no sabía quién era. Yo me sentaba en los cafés y decía que era un escritor, pero en cuanto me preguntaban por las pruebas, por lo que había escrito, tenía que revelar que no había ninguna, que no lo era. Yo era un escritor de solemnidad'. Fue el alcohol el que retardó ese encuentro entre el fantasma y su cobijo: 'No hay duda: en cuanto dejé de beber empecé a escribir'.

El impudor, o más exactamente, un concepto anglosajón de la intimidad como materia literaria, caracterizó su primera entrega autobiográfica. Pero el propio Pardo ya alertaba entonces, hace cinco años, que el empeño sería más difícil en sucesivas entregas. La mayoría de los protagonistas de Autorretrato... estaban muertos en su conciencia cuando procedió a su autopsia, tan sexual. El caso, ahora, es diferente. Pardo ha escrito estas memorias contra la opinión de su mujer actual, Paloma, a quien dedicaba Autorretrato... con palabras inequívocas: 'A Paloma, que tiene la suerte de no salir en estás páginas'.

'He tenido que prescindir de conyugalidades', explica el autor. 'Yo bien habría querido explicarlas, pero el pacto con mi mujer las excluía': a pesar de todo, algunos párrafos del libro son una prueba indómita de la voluntad moral del autor, como en el que relata una noche extramatrimonial, mera rama seca del pasado: 'Nadie me obligaba a escribir memorias. He sido yo el que lo decidió. Si uno escribe memorias es para decir la verdad. Yo ya he novelado mi vida. Cada género tiene sus exigencias y el de las memorias está en la veracidad, una veracidad cuyo límite es la propia memoria, es decir, el modo cómo recordamos los acontecimientos'. Pardo tiene una explicación sugerente para los fingimientos autobiográficos, disfrazados o no de esteticismo, característicos de tantos escritores españoles: 'He pensado muchas veces en que la inquietud que la verdad produce a muchos españoles tiene que ver con un poso religioso: en el catolicismo, la verdad de cada uno sólo es para Dios'.

Un diario íntimo -Noctuario lo llama el autor, refrendando su afición por los neologismos- será su próximo libro. Se trata de anotaciones que cubren los tres últimos años, con las que pone en marcha un antiguo proyecto: dar cuenta pormenorizada de la decadencia, la vejez y la muerte. Tanto afán memorialístico le complace y le inquieta: 'Espero que las memorias no supongan mi suicidio literario y sea capaz de escribir otra novela. Pero por el momento no tengo ninguna idea'.

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