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Traicionado por mentores, generales y amantes

Ramón Lobo

Joseph Estrada se autoproclamó el 'héroe de los pobres' en la campaña electoral de 1998, en la que logró una votación histórica, cerca del 40%. Le sirvió su rostro de actor, un poco de memoria colectiva del celuloide nacional y su verbo ensayado en los estudios. Pese a declararse próximo a los que nada tienen, siempre contó con el apoyo económico del poder financiero, la minoría de origen chino que mueve la economía de Filipinas. El magnate Lucio Tan, quien frecuenta la lista de los más ricos del planeta en las páginas de la revista Forbes, era uno de sus aliados. Lucio Tan es propietario de las Líneas Aéreas Filipinas, de bienes inmuebles, de supermercados y demás negocios, al parecer todos rentables.

Además de éste y de otros prohombres chinos, Estrada logró en las pasadas elecciones presidenciales el apoyo del predicador Mike Velarde, el padre shaddai, (salvador, en tagalo), líder y dueño de una secta teleevangélica, curativa y buena recaudadora de donativos, y que dispone de cerca de tres millones de fieles en el archipiélago. Esos shaddais son los verdaderos pobres de Estrada, los que salieron a batirse por cada papeleta como si en ello les fuera la salvación eterna. En los momentos finales, antes de su salida del palacio de Malacanang en barco, el ex presidente habló con Mike. Lo hizo por teléfono, pues el predicador había viajado poco antes a Canadá para un 'descanso técnico', pues puede ser procesado también. Velarde, en aquella charla, le recomendó la dimisión, pues ya no podría movilizar como antaño a sus cientos de miles de seguidores en la capital para apoyarle.

El Ejército, un baluarte en los casos de duda, le abandonó definitivamente el sábado. El jefe de las Fuerzas Armadas, Ángelo Reyes, y su segundo en el escalafón, José Calimim, ambos generales, tuvieron ese día una conversación franca con el presidente, según cuenta el diario Manila Standard. En ella le sugirieron poner fin al sufrimiento político con una dimisión rápida. Para debilitar su última resistencia le garantizaron su seguridad personal y la de su familia en un momento en el que las calles andaban encrespadas. Poco después, Estrada supo que Reyes se había pasado a la oposición arrastrando a jefes y oficiales. El aún presidente llamó al general Calimim para informarle de la destitución fulminante de Reyes y su ascenso a número uno. Entonces, este militar le informó de que él también le abandonaba.

De todas las traiciones de última hora, la que sin duda más dolió a Estrada fue la de Nora Aunor, la reina del melodrama en Filipinas, ex compañera de reparto en tiempos mozos y amante conocida del ex presidente. Nora fue una de las muchas faranduleras y artistas y famosillas que se subieron entusiastas al escenario de la oposición para proclamar su fe en el cambio (y que arrastraron a nuevos seguidores a la causa). Pero Nora fue más lejos que ninguna, divirtió a la concurrencia con algunos chismes de alcoba y una revelación contundente: Estrada le pegaba.

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