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Reportaje:

De qué huyen los ecuatorianos

Ecuador ha pasado del optimismo económico de los años setenta a contar hoy con un 70% de pobres entre su población

Miles de ecuatorianos emigran a España y a otros países en busca de trabajo. Otros miles protagonizan esta semana una oleada de protestas contra el aumento de impuestos y la crítica situación económica y social del país andino. En la frontera septentrional empiezan a sentirse los efectos negativos del Plan Colombia, puesto en marcha con apoyo de Washington para combatir el narcotráfico y la guerrilla colombiana. Como si de una conjura contra Ecuador se tratara, el accidente de un carguero lleno de combustible cerca de las islas Galápagos amenaza con ser una catástrofe ecológica.

Hubo una época, a comienzos de los años setenta, en que el optimismo fue el ambiente predominante en Ecuador. El descubrimiento de petróleo en la selva oriental iba a cambiar la faz del país, pronosticaban organismos internacionales y analistas. El futuro parecía asegurado gracias a la madre naturaleza, que proveía una fuente de recursos fija que no implicaba para los ciudadanos sacrificio ni desembolso personal. Resultó ser un espejismo. Veinticinco años después, la infraestructura de Ecuador ha mejorado algo, pero su pueblo vive entre la pobreza y la indigencia. La cifra de pobres se ha encaramado de 5,6 a 8,4 millones en los últimos dos años, según Unicef, un 70% de la población de 12 millones de habitantes. Junto a ello, la inseguridad jurídica, la debilidad de las instituciones democráticas, la inestabilidad política y la plaga de la corrupción en todas las instancias ha colocado a Ecuador a la cabeza de los países latinoamericanos con mayor desgobierno.

El petróleo sirvió durante largo tiempo de garantía del creciente endeudamiento de Ecuador. Pero con la crisis del Golfo el valor de este respaldo cayó por los suelos. La primera renegociación de la deuda externa llegó en una coyuntura difícil, por la caída de los precios del petróleo, y pilló al país sin alternativas de exportación.

La política económica basada en el endeudamiento sin control y el avance de la corrupción arrastró al país desde los años ochenta hacia un déficit público, que se financiaba con nuevas emisiones de moneda por parte del banco central. La inflación crecía al mismo ritmo que la evasión de dólares hacia bancos del exterior. El oro negro era una fuente de ingresos de las Fuerzas Armadas, que a través del presupuesto reservado de Defensa recibió más del 10% de las ganancias por el petróleo. La presencia de los uniformados en actividades productivas en todos los sectores económicos del país obligó a empezar a tener en cuenta a las Fuerzas Armadas a la hora de ciertas definiciones y recorta la independencia del poder Ejecutivo a partir de 1992.

En esta época y durante el Gobierno de León Febrés Cordero empezó a adquirir fuerza propia el movimiento indígena, que por primera vez conformó una élite dirigente de jóvenes educados en el exterior y dispuestos a movilizar al indio que subsiste en una situación de miseria. La llegada al poder del presidente Abdalá Bucaram, un político populista de rasgos caricaturescos, abrió de par en par las puertas a la corrupción. En su corto mandato, Ecuador fue un país desinstitucionalizado que quedó en ridículo ante los ojos del mundo.

Obligado a dimitir por incapacidad para gobernar, Bucaram fue sustituido por el presidente del Congreso, Fabián Alarcón, que lo asumió como presidente transitorio. La corrupción siguió siendo la tónica general, con una infraestructura muy deteriorada, sin política monetaria y con una doctrina neoliberal en ascenso. El sistema bancario ya había experimentado en años anteriores el primer aviso de una crisis, con los problemas del Banco Continental.

La crisis bancaria estaba cantada. La pesada carga la heredó el Gobierno de Jamil Mahuad, que asumió sus funciones como presidente en agosto de 1998. Pero el nuevo presidente apenas tenía margen de maniobra. Y optó por la decisión más impopular y sin precedentes: la congelación de los depósitos. Fue el caos total. La vida económica se paralizó. Dos años y medio después de aquella medida todavía no se han devuelto todos los fondos congelados.

El siguiente paso de Mahuad fue la dolarización de la economía, que entró en vigor el año pasado. El sucre desapareció de la circulación y hoy los ecuatorianos operan, no sin dificultades, con la divisa estadounidense. Hace justo un año, el presidente Mahuad fue derrocado en un golpe protagonizado por los militares, que decían respaldar a los movimientos indígenas. Asumió el poder el entonces vicepresidente, Gustavo Noboa. En 12 meses la inflación sigue por encima del 100%, la confianza no ha regresado, no hay depósitos en los bancos porque los ciudadanos colocan el dinero en el exterior, y se da la paradoja de que hoy Ecuador exporta más fuerza de trabajo con sus emigrantes que los tradicionales productos como plátano, cacao o café.

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