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EE UU establece nuevas prioridades en su política exterior

Bush pone los intereses nacionales por delante de las intervenciones en otros países por razones humanitarias

Poco viajado fuera de EE UU y poco interesado en los asuntos internacionales, George W. Bush es desde ayer la persona más poderosa del planeta. Ni por completo aislacionista ni tan intervencionista como su padre, Bush sostiene en materia de política exterior una filosofía que, como otras suyas, puede tildarse de provinciana. Quiere que EE UU venda sus productos en todas partes; pero no desea que se implique en muchas aventuras políticas y militares fuera de sus fronteras. De ahí que desee pactar con los europeos una retirada de los soldados norteamericanos de Bosnia y Kosovo.

Ante todo, Bush quiere que EE UU sea un león invulnerable en su territorio, lo que explica su entusiasmo por el escudo nacional contra misiles (NMD), superado por su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y más matizado en el caso del secretario de Estado, Colin Powell. Bush también quiere afilar las garras del león, para que sea invencible en caso de salir fuera. Pero, como Powell, prefiere reducir al mínimo esas excursiones bélicas.

El presidente no quiere implicarse en muchas aventuras políticas y militares en el extranjero

Bush se distancia así no sólo de Clinton y su intervencionismo 'por razones humanitarias' en lugares como Bosnia y Kosovo, sino también del sueño de su padre de un 'nuevo orden mundial'. Es curioso que Bush le ganara a Al Gore su segundo debate televisado, consagrado a asuntos internacionales. En aquella ocasión, la principal diferencia entre ambos aspirantes a la Casa Blanca estuvo en la insistencia de Bush en que EE UU sólo debe enviar sus tropas al extranjero cuando están en juego sus 'intereses vitales', frente a la voluntad de Gore de hacerlo también en defensa de sus 'valores', como los derechos humanos.

Una frase ya célebre de Condoleezza Rice, la consejera de Seguridad Nacional, resume la aversión de Bush y los suyos a que los soldados de EE UU se impliquen en lo que llaman 'construcción de naciones'. 'La 82º división de paracaidistas', dice Rice, 'no ha sido creada para llevar a las guarderías a los niños de Bosnia y Kosovo'.

Powell ha confirmado que el nuevo Gobierno norteamericano propondrá a sus aliados europeos de la OTAN 'una retirada ordenada y consensuada' de sus tropas terrestres en los Balcanes. En el fondo, Bush y los suyos parecen creer más que muchos europeos en la idea de que el Viejo Continente debe dotarse de los recursos militares necesarios para resolver conflictos en su patio trasero.

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Predicando retóricamente una 'nueva humildad', Bush y Powell rechazan la idea de Madeleine Albright según la cual EE UU es 'la nación indispensable'. Proponen, en cambio, la creación de fuerzas regionales de policía (los europeos en Europa, los australianos en el sureste asiático y los nigerianos en África) que hagan innecesario el recurso constante a la infantería norteamericana. EE UU, eso sí, se ocuparía del continente americano, donde Bush, sobre todo, desea más acuerdos de libre comercio como el TLC suscrito con Canadá y México.

Clinton también llegó a la Casa Blanca denunciando que el primer Bush se ocupaba mucho del resto del mundo y poco de EE UU, pero primero la realidad y luego la afición que le tomó a la cosa terminaron convirtiéndole en un internacionalista. Es probable que los hechos y el pragmatismo de personajes como el vicepresidente Dick Cheney y el propio Powell conduzcan a Bush por el mismo camino. Pero si dependiera sólo de él, EE UU sería ante todo un comerciante dotado, por razones disuasorias, de escudo y garrote.

Bush preferiría también que EE UU no se ate demasiado las manos con acuerdos políticos y militares multilaterales. Es firme su oposición al Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares, el Protocolo de Kyoto sobre Cambio Climático y el Tribunal Penal Internacional. Ésa va a ser una fuente de roces con todo el mundo, incluidos los europeos. Con estos últimos, otro tema espinoso va a ser el rechazo de Bush a lo que percibe como trabas al libre comercio, empezando por las establecidas a los plátanos y los productos genéticamente modificados de EE UU.

El Pentágono y las empresas van a recuperar en la política exterior de Bush una primacía algo nublada bajo Clinton por el peso de los sindicatos, los ecologistas, las organizaciones humanitarias y los medios de comunicación. Bush, que se ve a sí mismo como el presidente y jefe de ventas de una corporación llamada EE UU, sólo tiene en materia exterior una pasión personal: México. Antes de su toma de posesión, el único líder internacional con el que ha hablado largo y tendido ha sido con el presidente mexicano, Vicente Foix.

Frente a la gran presencia de judíos en el Gobierno de Clinton, llama la atención su ausencia en el de Bush. Pero Israel no debe preocuparse. Su alianza con la Casa Blanca no ha dependido jamás de su color republicano o demócrata. En Oriente Próximo, Bush ha prometido continuidad en unos esfuerzos de paz que inició su padre e intentó febrilmente rematar Clinton. Como se teme un bloqueo en el proceso entre israelíes y palestinos, su equipo podría concentrar sus esfuerzos en hacer avanzar las cosas entre los primeros y los sirios.

El que el provincianismo de Bush se convierta en peligroso para el mundo dependerá de cómo gestione el muy conflictivo NMD. Clinton, como Poncio Pilatos, se lavó las manos en este asunto y se lo dejó a su sucesor. Powell va a tener que poner en juego su gran prestigio para convencer a Moscú y Pekín, e indirectamente a los europeos, de que al dotarse de un escudo contra misiles EE UU no está relanzando una carrera armamentística planetaria.

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