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Reportaje:

'¿Dónde está la ayuda internacional?'

Rivalidades políticas y religiosas, burocracia y negligencia bloquean la asistencia española a la ciudad salvadoreña de Jurayaque

Juan Jesús Aznárez

Las víctimas de Jurayaque habían esperado durante horas a la expedición de la Cruz Roja Española con 1.700 mantas, otros tantos bidones de agua y plásticos para toldos. El convoy, encabezado por el presidente de la institución, Juan Manuel Suárez del Toro, llegó finalmente a su destino. Tres horas después regresó a San Salvador con toda la carga, reclamando un censo fiable, y sin haberse efectuado la entrega de la primera ayuda material española. Los vecinos más resignados despidieron el convoy en silencio, otros hubieran deseado asaltarlo.

El fiasco registrado en la localidad de 16.000 habitantes, incluidos aquellos expulsados de las arrasadas cumbres circundantes, fue consecuencia de la deficiente distribución del grueso de la asistencia, caótica o inexistente en otras muchas localidades de una nación desbordada por los cerca de 200.000 damnificados del terremoto del pasado sábado. '¿Dónde está la ayuda internacional?', protestaba ayer la desesperación en El Cafetalón, el principal albergue de San Salvador, o concentrada a gritos ante las puertas del gubernamental Comité de Emergencia Nacional (COEN).

Las causas son diversas, y algunas derivadas de las rivalidades políticas, religiosas, o simplemente de la incompetencia. La principal parece hallarse en una burocracia que almacena los masivos envíos nacionales y extranjeros, que redacta, corrige, y vuelve a redactar, prioridades y listas, que pide carnés y constancias de empadronamientos a gentes en pelotas. La premiosidad es justificada por el Gobierno en aras de la justicia distributiva, y para evitar robos y problemas en las posteriores auditorías. La verificación, sin embargo, retrasa el reparto, y saca de quicio a los niños con pañales hediondos, a las familias desabastecidas y sin techo, o a los burlados moradores de Jurayaque.

'Necesitamos abrigo de España o de quien puede dárnoslo', dice Nicolasa Mejía, 60 años, 10 hijos, tumbada en el suelo de uno de los albergues de esa localidad, situada a 40 kilómetros de la capital, en una desviación elevada de la carretera que une El Salvador con Guatemala. El 80% de sus habitantes necesita algo. 'Yo estaba moliendo en la cocinita cuando sentí que se estremecía. Todos salvamos la vida, nada les pasó a mis nietecillos, una infinidad', agrega Nicolasa. 'Virgen Santísima, decía yo, que esto pase'. Pasó de largo el terremoto, y la expedición de Cruz Roja Española.

Suárez del Toro fue convidado de piedra en la trifulca callejera registrada hacia las siete de la tarde del miércoles, durante la mendicante concentración de cientos de vecinos en derredor suyo, de los delegados de la institución, o de los periodistas españoles identificados como autoridades. Todos reclamaban algo, directamente o casa por casa, y algunos enseñaban manuscritos con sus propios censos. El jefe de la operación española, Luis Pemán, se reunió con el comité local de emergencia, al parecer una jaula de grillos, y anunció después que el reparto quedaba suspendido al no haber un padrón oficial fiable. Volverán a intentarlo hoy.

La Cruz Roja Española, subordinada a las autoridades salvadoreñas, había sido engañada, o emprendió viaje sin asegurar que a su llegada encontraría una adecuada relación de damnificados. '¡Colabórenme, por favor!', clamaba, subido en un coche y pistola al cinto, el único policía local presente en el lugar del zafarrancho. ¿Y el alcalde? En una torticera maniobra, Pánfilo Luna, miembro de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), declaró no haber sido avisado, no tener conocimiento del arribo del convoy español, y no acudió. 'Sólo viene para mandarnos pegar', protestaba un chaval, posiblemente miembro del opositor y ex guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

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'El cura acapara las colchonetas y sólo se las da a los que van a misa', protestaba otro. En una plazoleta aledaña, la feligresía luterana se animaba a coro salmodiando contra 'el maligno'. En Jurayaque, y El Salvador en general, confluyen aún los recelos causados por la guerra de los ochenta, en la que ARENA y el FMLN se mataron cruelmente, las diferencias entre católicos y evangélicas, y entre el pueblo asfaltado y el chabolismo de las cumbres cercanas. 'Yo colaboro con todos porque la tragedia nos afecta a todos', comenta un militante del FMLN, vigilante de un almacén. Una viuda se acercó pragmática al forastero. '¿Me enseña a hablar inglés? ¿O mejor me lleva a España con usted?'

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