Majaras
Si el señor ministro de Justicia hubiera cogitado alguna explicación, estaríamos más sosegados. Si hubiera dicho cualquier trivialidad como que el indultado estaba muy malito o que debía cuidar de sus ancianos padres, algo habríamos comprendido. Pero, al no ofrecer ni la más mínima justificación, nos ha sobresaltado. ¿Cómo no vamos a suponer, después de este susto, que igual el Gobierno va e indulta al violador del Ensanche y luego le pone de instructor en un gimnasio femenino? Cualquier día se les cae otro tornillo y no sólo indultan a Laureano Oubiña, sino que lo nombran director general de Sanidad.
No crean que exagero. En este pasmoso litigio, lo de menos es el indulto; lo inquietante son las declaraciones de los indultadores y del indultado. A este último le pillé una entrevista en una tele criptooficial y tuve que restregarme los ojos. A la pregunta de si había precedentes para su caso, respondió que sí, que ya se había indultado a unos guardias civiles. '¿Y qué habían hecho?', preguntó el profesional del periodismo, a lo mejor de buena fe. 'Torturar', respondió lacónico el señor Gómez de Liaño.
Pues tiene toda la razón. Si un torturador está ahora al cargo de, qué sé yo, la Unidad de Limpieza de Utensilios Especiales en cualquier cuartelillo, con mayor motivo el Gobierno puede considerar mañana una excelente idea indultar a El Vaquilla y mandarlo luego de director al Banco de España.
A todos nos complace que indulten a torturadores y prevaricadores. ¿Pero no habría que buscarles un acomodo más sensato? ¿No tiene el Estado mil pesebres donde estabularlos?: un estanco, la Renfe, la Casa de Moneda y Timbre; o, el ideal: un faro torrero en la punta de un espigón galaico, fábrica que invita a la práctica de la acuarela, tan sutil, lírica y terapéutica. En fin, un lugar en donde pudieran ejercer su talento sin tener que volver al trullo al cabo de dos días, vencidos por la cruel tentación de reincidir.
Menos mal que el Gobierno no ha obligado a contraer matrimonio de inmediato a la señora indultada que dejó seco a su marido. En tan delicado punto, el Gobierno ha mostrado una considerable inteligencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.