El terremoto de El Salvador deja ya más de 700 muertos y 45.000 evacuados
Las poblaciones derruidas reclaman comida, medicinas, y la mayoría de sus habitantes duermen al raso. El movimiento telúrico del sábado, que durante la pasada madrugada registró dos violentas réplicas, afectó gravemente a las 14 provincias de este país de 5,7 millones de habitantes, y desencadenó los más de 249 derrumbes que cortaron carreteras y aislaron a decenas de municipios, destruidos muchos hasta en un 90%. Poco a poco, los servicios básicos, el suministro eléctrico y de agua potable, y los teléfonos funcionan de nuevo. Probablemente, de todas formas, el país deberá endeudarse de nuevo para sufragar la reconstrucción nacional, presupuestada oficialmente en más de 1.000 millones de dólares (unos 175.000 millones de pesetas). Los equipos de rescate locales y extranjeros seguían buscando ayer supervivientes con sofisticados sensores y equipos capaces de detectar el latido de un corazón bajo tierra.
Las posibilidades de encontrarlos son mínimas, y las palas excavadoras entraron progresivamente en acción retirando montañas de tierra y cascotes, llevándose por delante cadáveres cuando no atinaron. El de una niña de seis meses fue descubierto en la cuchara de una de las máquinas. Los familiares de los muertos y desaparecidos exigen conocer su paradero. 'Tengo que ver a mis hijas aunque sea enterradas', pedía un inmigrante en Estados Unidos. No hay garantías de que pueda hacerlo.
Cubiertos de tierra, desmembrados o deformes muchos, los cuerpos rescatados son tendidos en tanatorios improvisados próximos a los lugares de las excavaciones, y su contemplación ilustra sobre la fenomenal violencia de los aludes. 'Cabeza sin identificar', informaba un letrero colocado sobre ese apéndice en una morgue de San Salvador, cerca del barrio de Las Colinas, en Santa Tecla, a 12 kilómetros de la capital. Esa comunidad quedó convertida en cementerio, pues allí perdieron la vida la mitad de las víctimas totales del seísmo. La visitaron ayer el presidente, Francisco Flores, y su homólogo nicaragüense, Arnoldo Alemán, primer gobernante que acude solidariamente a El Salvador. 'Lo peor ya pasó', tranquilizó el primero.
Los testimonios escuchados en un viaje por la cresta de la cordillera El Bálsamo coinciden en calificar de espantosos los temblores del sábado, de una intensidad de 7,9 grados en la escala de Richter. Tumbaron postes de alta tensión, arrancaron árboles de cuajo y agrietaron profundamente los tramos asfaltados de la polvorienta ruta hacia la población de Comasagua, de rodillas y en cueros a una hora de la capital. También desgajaron rocas gigantes y dispararon avalanchas que asolaron las casas edificadas en las faldas y estribaciones. 'Mi hija está aquí debajo, donde usted y yo pisamos, con su casita sepultada', indica una madre. Muy cerca, 30 cortadores de café aún yacen bajo tierra.
Los cerros de la cordillera El Bálsamo, abismales algunos, se manifestaron mortales al romperse en dos con las sacudidas y precipitarse vertiginosamente hacia los llanos. Los grupos ecologistas acusan al Gobierno de haber prestado oídos sordos a su advertencia de que los constructores tentaban al diablo al edificar sobre suelos inconsistentes y faldas vulnerables. 'No tengo ninguna duda de que la debilidad de la cordillera ha multiplicado la tragedia', dijo el alcalde de Santa Tecla, Óscar Ortiz.
Los refugiados aguardan en albergues, a la intemperie o alojados por parientes. El Cafetalón, un terreno municipal que acoge a 5.000 evacuados de la alcaldía de San Salvador, es el mayor de los refugios. La concejal Elsa Míriam Linares admite la complejidad de la atención diaria, la miríada de problemas afrontados. 'Estamos haciendo lo humanamente posible, pero esto es una locura'.
La familia González, todavía convalecientes de la pesadilla, cargó cuanto pudo en un camión. 'Somos 15 personas, la mitad menores de edad. Esto es horrible. Hemos tenido que dejar nuestras tres viviendas porque hay peligro de deslave', dice Mario José González, de 18 años. 'Nos trajimos hasta los loros y los perros. ¿Cómo los íbamos a dejar si son parte de la familia?'.
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