La Iglesia pide a ETA que deje de matar
50.000 personas respaldan en Vitoria la primera convocatoria de los obispos tras 33 años de terrorismo
Aseguran que no dicen nada nuevo, que siempre estuvieron contra el terrorismo y al lado de las víctimas, pero admiten que nunca lo dijeron tan alto, tan claro, tan a cielo abierto. Ayer, por privera vez desde que ETA empezó a asesinar hace ya 33 años y más de 800 muertos, el clero vasco en pleno dejó la intimidad de las parroquias y se encontró con 50.000 de sus fieles en medio de una campa de Vitoria. Allí, a la vista de toda la sociedad que sufre el martirio terrorista, pidió nítidamente a ETA que deje de matar, de una vez y para siempre.
No se utilizaron eufemismos ni se hicieron equilibrios por el doble filo de la navaja. La Iglesia vasca fue clara ayer al pedir a los políticos que dialoguen. Y al hacer público su arrepentimiento 'por no haber trabajado lo suficiente por la paz y en contra de todas las injusticias'. También al comprometerse a 'estar cerca de quienes viven acosados por el miedo, las amenazas o la extorsión'. Desde Roma, Juan Pablo II envió un mensaje en el que exhorta a 'levantar la voz a favor del valor de la vida, de la seguridad, de la integridad física y de la libertad'. 'No puede haber paz', transmitió el Papa, 'cuando falta la defensa de este bien fundamental. No se puede invocar la paz y despreciar la vida'.
La inequívoca llamada del Papa a 'levantar la voz' contrasta grandemente con la trayectoria de la Iglesia vasca, más propensa a predicar sólo desde el púlpito y a dar consuelo en la intimidad de la sacristía o el confesionario. 'No es justo que se diga que no hemos estado con las víctimas. Lo que pasa', coinciden el cura de Itziar (Guipúzcoa) y el vicario de San Sebastián, Jon Echezarreta y José Antonio Pagola, respectivamente, 'es que no lo hemos hecho público, no hemos llevado al fotógrafo. Manipular el dolor es mucho más pecado que quedarse perplejo, sin saber muy bien cómo actuar; es muy difícil acercarse a una persona dolorida'.
Libertad de asistencia
Perplejidad o respeto que han sido interpretados muchas veces por los sectores no nacionalistas como frialdad o ambigüedad, si no como mano tendida al mundo de los violentos. De ahí que el acto de ayer, y el reciente manifiesto de los sacerdotes vizcaínos que exige el fin de ETA y pide perdón a las víctimas, haya pillado por sorpresa a los partidos políticos, a excepción quizá del PNV, tradicionalmente muy cercano al clero vasco. No obstante, sólo Euskal Herritarrok (EH) se desmarcó abiertamente del acto. Por su parte, el Partido Popular -la fuerza que más critica a la Iglesia por entender que mantiene una cierta equidistancia entre ETA y el Estado- permitió que sus dirigentes y afiliados acudieran a título personal. Así, sin ostentar ninguna representación, como unos fieles más, por la campa de San Prudencio se dejaron ver el lehendakari, Juan José Ibarretxe; el secretario general del PP vasco, Carmelo Barrio; la dirigente del PSE Gemma Zabaleta y el líder de Izquierda Unida en Euskadi, Javier Madrazo.
Los que no quisieron asistir fueron los colectivos de víctimas del terrorismo más importantes. No acudieron porque, en su opinión, la Iglesia se ha olvidado durante 30 años de 'los que más sufren'. Y por eso dicen que la convocatoria 'llega tarde'. Desde el otro extremo, el colectivo de familiares de los presos de ETA, Senideak, pidió a la Iglesia vasca que 'levante su voz ante todas las injusticias, incluida la situación que viven los represariados políticos'. No ha sentado nada bien en los medios más radicales el acercamiento de la Iglesia a las víctimas. Ni siquiera algunos sacerdotes se han privado de expresar sus críticas. Jesús Lezaun, un sacerdote navarro, escribió días atrás en el diario Gara: 'Los curas vascos no se han distinguido precisamente por sus esfuerzos y por su contribución a la paz, con honrosas excepciones de todos bien conocidas. ¡Y así les ha ido! Han sido hieráticos perros muchos que no han hablado cuando debían (...); perros muchos y agradecidos a quien les da pan'.
El acto tuvo en sí tuvo un contenido estrictamente religioso. Desde primera hora de la mañana se fueron concentrando en las inmediaciones de la basílica de San Prudencio -patrón de Álava- miles de fieles, en su mayoría personas de edad, que iniciaron una marcha de algo más de un kilómetro hasta la explanada de Mendizabala, en las afueras de Vitoria. Al principio de la marcha, y tras una pancarta con la leyenda Entre todos Paz para todos, figuraban el obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez; el de San Sebastián, José María Uriarte; el de Vitoria, Miguel Asurmendi, y el de Pamplona y Tudela, Fernando Sebastián. Junto a los actuales estaban los prelados que les precedieron en el cargo, entre ellos José María Setién, el más vilipendiado por los sectores no nacionalistas de dentro y fuera de la Iglesia. Sectores que, por cierto, no dudan de que el nuevo rumbo del clero -condena abierta de ETA y cercanía a las víctimas- es posible precisamente por la salida de Setién.
El texto de la oración que compartieron sacerdotes y fieles había sido muy cuidado para no molestar a ninguna sensibilidad política, y combinó los referentes éticos de la no violencia, los derechos humanos y el derecho a la vida con una posición más política, al reclamar el diálogo a los partidos. Y aunque la condena del terrorismo fue clara de principio a fin, tampoco los obispos se olvidaron de los terroristas. 'Pedimos también', leyó desde el estrado un sacerdote, 'por quienes, provocando muertes, terror y destrucción, están causando tanto daño. No han dejado de ser hijos de Dios y hermanos nuestros. Los queremos tener entre nosotros construyendo una sociedad mejor, liberados del sufrimiento que generan y padecen'.
Los obispos insistieron en que la paz debe llegar 'ya', y pidieron a ETA que 'definitivamente' deje las armas. Recordaron 'a cuantos han muerto víctimas de la violencia' y se comprometieron a estar cerca de 'cuantos lloran su muerte'. Los obispos rechazaron 'las imposiciones violentas' y abogaron por impulsar 'comportamientos y cauces democráticos en libertad' y por respetar 'la diversidad 'légítima de opciones' para construir la sociedad vasca.
También el Papa, en su mensaje, pidió por la unidad. 'En una sociedad marcada por fuertes tensiones, las iglesias particulares de los territorios que desgraciadamente padecen la herida del terrorismo tienen la misión de promover la unidad y la reconciliación, rechazando todo tipo de violencia, de terror y de chantaje'.
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