Manchas
Durante varios siglos las únicas manchas que nos inquietaron fueron las del honor. Fuimos un pueblo trágico capaz de desencadenar una revolución por un quítame allá ese virgo. Ahí está Calderón para contarlo. El teatro español del Siglo de Oro es la crónica negra más brillante de la literatura hispánica. Los asuntos de honor, casi siempre centrados en la entrepierna de mujeres e hijas, fueron el argumento principal de la obra que protagonizaron, con mayor o menor brillantez, nuestros antepasados, Alicatar la honra, casi siempre con sangre, fue una amena costumbre nacional que, desgraciadamente, aún cuenta con algunos seguidores.
La limpieza de sangre fue otro de los asuntos capitales que nos hizo perder la cabeza (de manera no sólo metafórica) algunos siglos. Nos importaba más tener la sangre limpia, la partida bautismal impoluta como una patena, que mantener el resto de nuestra anatomía en condiciones mínimas de higiene. El lema de la Academia de la Lengua es 'limpia, fija y da esplendor'. Qué obsesión por las manchas. Manchas abominables en el expediente, en la cartilla, en nuestra biografía corriente y gris. Sobran los voluntarios dispuestos a frotarnos tan enérgicamente como sea necesario con el blanco algodón de la sospecha.
Ahora la pesadilla de las manchas regresa. Ya nadie nos achaca, como aquellos viajeros románticos, ingleses casi siempre,que venían a vendernos la Biblia o a robarnos el claustro de la iglesia románica, nuestra falta de higiene. Afortunadamente, nos hemos convertido en uno de los paises más duchados, jabonados y aseados del mundo. Quizás por eso, porque no pueden criticar nuestra mugre, los periódicos norteamericanos criticaban hace varias semanas la supuesta suciedad del titanio del Guggenheim bilbaíno. Gehry está dispuesto a realizar la prueba del algodón sobre la superficie de su inmenso soufflé. Hemos tenido suerte. Nadie lavará en sangre nuestra honra, que es biodegradable. Sencillamente la hemos puesto en manos de una compañía guipuzcoana especializada en limpieza de metales. Juran que nuestro honor brillará en primavera.
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