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Bombas radiactivas en la basura

Los habitantes del pueblo bosnio en el que se han hallado proyectiles creían que las minas antipersona eran el único peligro y no el uranio

Jorge Marirrodriga

Los 30.000 habitantes de Hadzici, a unos 25 kilómetros al sur de Sarajevo, pensaban hasta ahora que el peligro con el que vivían diariamente eran las más de 20.000 minas plantadas en su municipio. De hecho, los campos de minas ocupan grandes extensiones de terreno por toda la zona y esto hace que pequeños y grandes miren bien por dónde pisan. Eso era hasta el pasado miércoles, cuando una unidad especial del Ejército alemán se presentó en la factoría de la empresa Remonkni, encargada de reparar vehículos militares del Ejército bosnio, y recogió una caja que horas antes habían encontrado varios trabajadores. En su interior había varias vainas y trozos de metal no muy diferentes a los que muchos vecinos de Hadzici guardan en sus casas como recuerdo de la guerra. Sin embargo, estos restos emitían una radiación superior a la normal. 'Llevamos años pidiendo ayuda contra las minas y ahora resulta que por un montón de balas somos conocidos en todo el mundo', se queja Dozo Aziz, de la protección civil del municipio.

Desde hace tres días, los militares alemanes rastrean toda la zona. En los restos de objetivos bombardeados por los aviones de la OTAN despliegan unos carteles blancos con la palabra atom. 'Han pedido a la defensa civil que pongan todas las cajas que se encuentren lejos del municipio, aunque no han especificado qué significa lejos', explica Aziz. 'Desde el Gobierno federal en Sarajevo ha venido otro equipo y ha medido los índices de radiactividad. Nos han dicho que no han visto nada raro, pero no nos han dado ni siquiera un papel'.

Aunque en general los vecinos de Hadzici creen que no ocurre nada con la radiación -'esas cosas llevan aquí mucho tiempo y, si fueran peligrosas, ya nos habría pasado algo', opina Amir, un vendedor de fruta-, lo que no tienen todos tan claro es que la procedencia de los proyectiles radiactivos sean los aparatos de la OTAN. 'Esas cajas estaban aquí antes de que llegáramos. Eran de los serbios, ellos las dejaron aquí', asegura Zijad Fazlagic, director de la fábrica. El rumor que circula entre la población es que en la factoría los serbios fabricaban algún tipo de armamento y que lo estuvieron haciendo durante años. 'Por ejemplo, durante la guerra entre Irán e Irak creemos que desde Hadzici estuvieron saliendo armas químicas con destino a ambos países', señala una fuente en Sarajevo que pidió no revelar su identidad.

Los locales confirman la pista iraquí y explican que también en la vecina Vogosca se fabricaban también granadas con destino a la guerra que se libraba en Oriente Próximo. 'El presidente de Irak quería que le mandáramos municiones con productos químicos', asegura un vecino. Claro que los que optan por esta hipótesis son bosnios musulmanes. Lo cierto es que durante la guerra en la zona se concentraron numerosas unidades del Ejército serbobosnio y que Hadzici se encuentra en la ruta que une Sarajevo y Mostar, con lo que su interés estratégico para los aparatos de la Alianza estaba más que justificado.

'El mayor peligro radiactivo que tenemos por aquí es ése', dice el director de Remonkni señalando a un pararrayos situado a pocos metros de su ventana. Se trata de un aparato similar a los que fueron retirados en España hace años por sus posibles emisiones radiactivas. 'Eso sí que es un peligro. Nosotros no podemos retirarlo y los alemanes no le han prestado atención'. Fazlagic asegura que entre sus 250 trabajadores no se han producido casos de 'enfermedades extrañas' y confirma que no está previsto realizar ningún tipo de examen médico a los obreros. 'Aquí sólo hay radiactividad para los serbios, no para los musulmanes', bromea. A la salida de la fábrica un parroquiano señala a una zona cercana y asegura: 'Aquella parte lleva cerrada mucho tiempo y no nos permiten pasar. ¿Por qué nadie nos explica lo que hay ahí dentro?'

Han pasado cinco años desde el final de la guerra y las señales de la contienda son visibles no sólo en los impactos de disparos todavía presentes en las fachadas de las casas, sino en la situación general de la localidad. 'Tenemos un 65% de paro. No tengo trabajo, ni dinero, y debo alimentar a una familia. ¿De verdad creen que me importa lo del uranio? Eso no es nada, mi verdadero problema es éste', dice un ama de casa mientras levanta dos bolsas de plástico con algo de fruta y unas verduras en su interior. '¿Hasta cuándo vamos a poder aguantar en esta situación?', exclama. Otros son más optimistas, como Halid Maslo, quien regenta la oficina de turismo local y asegura que el próximo fin de año se inaugurará una estación de esquí donde los turistas podrán practicar esquí nocturno. 'Claro que esto no nos va a hacer una buena publicidad precisamente', reconoce.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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