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El Vaticano gastará el superávit del Jubileo en un centro para minusválidos en Roma

El Jubileo de 2000 ha arrojado un saldo positivo también en el terreno económico para la Santa Sede. Los responsables de la organización del Año Santo anunciaron ayer que ese superávit en las arcas vaticanas será utilizado para habilitar un edificio destinado a los minusválidos en Roma.

El encargado de la administración del Comité Central del Jubileo, Carlo Balestrero, dijo ayer que, aunque todavía no hay datos precisos por no estar cerrado el ejercicio financiero, 'está claro que el balance de las entradas y salidas cerrará en activo'. Ese dinero no irá a parar a las arcas del Estado vaticano, puntualizó a su vez el secretario general del comité, el arzobispo Crescenzio Sepe. 'Todo lo que pueda ahorrarse de las cuentas del comité será destinado a una casa para acoger a los peregrinos minusválidos que no encontrarían alojamiento en los hoteles', añadió. Se especulaba en Roma con la posibilidad de que el Vaticano optara por construir un hospital para la ciudad que ha acogido -y a veces sufrido- los jubileos. Al final, no será así.

Juan Pablo II ya adelantó el sábado, en la carta episcopal Novo millennium ineunte (Al iniciar el nuevo milenio), que firmó ante 100.000 peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, que la Iglesia daría un destino asistencial al dinero recaudado durante el Año Santo. El documento divide a los vaticanistas que lo consideran como el 'testamento' del Pontífice en unos casos, y como un verdadero 'programa' para los católicos en el tercer milenio, en otros.

Un programa de trabajo

En el Vaticano se respira un clima de gran satisfacción por el éxito de los actos de masas celebrados a lo largo del Año Santo organizados minuciosamente por asociaciones religiosas capaces como el Opus Dei de desplazar de un país a otro a centenares de miles de personas a la llamada del Papa. En la Novo millennium ineunte, Juan Pablo II deja clara la importancia que otorga a estas asociaciones de cristianos.

La parte final de la carta, en la que el Papa traza con mano enérgica las tareas pendientes del catolicismo al iniciar el siglo XXI, ha suscitado análisis contradictorios en la prensa italiana. De un lado, varios vaticanistas ven en las alusiones del Papa a la necesidad de oír la voz del cristiano de a pie un deseo de mayor democratización de la Iglesia, mientras en las menciones a la necesidad de que se perfeccione el funcionamiento de los organismos episcopales observan una declaración de Wojtyla en favor de una mayor 'colegiabilidad' en el gobierno de la Iglesia.

Las interpretaciones varían también a la hora de definir el texto como una especie de testamento del Pontífice o como un verdadero programa de trabajo. Para L'Osservatore Romano, órgano de prensa vaticano, todo demuestra que el Papa 'está preparado para lanzarse hacia nuevos e innovadores horizontes'.

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