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El precio de un hijo

Si los hombres escuchasen a las mujeres, al menos algunos, sabrían en qué términos venimos planteando la discusión sobre la igualdad y las responsabilidades familiares compartidas. Pero, aunque no quieran dialogar, tendrán que escuchar.

Sabemos, porque ilustres feministas como Betty Friedan lo dicen, que una mujer que se ocupa de las responsabilidades familiares durante una serie de años nunca se recupera en el nivel laboral. Que la cuestión de la maternidad es el tema no resuelto de la justicia de género. Que hemos iniciado una nueva reflexión en torno a este problema. Que quizá planteamientos anteriores hayan sido equivocados y que, por tanto, necesitamos hacer una revisión de las viejas reivindicaciones.

Construimos nuevas fórmulas de abordaje de las cuestiones desde un punto de vista científico novedoso, ya que la ciencia tiene un sesgo, como es fácil de comprobar. Un sector de la economía (Becker), un sector de la sociología (Parsons), un sector de la demografía, tienen como elemento común la consideración de que la maternidad es una responsabilidad exclusivamente de las mujeres, siendo todas ellas ciencias sociales que estudian la institución familiar. Esto no ayuda al cambio que intentamos que se produzca y que necesariamente ha de revertir en la mejora de la calidad de vida de todo el mundo. Por ello creemos que es necesario cuestionar estas bases científicas y construir otras, distintas y más justas con las mujeres.

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Porque lo que nos importa es progresar, conseguir que el género humano tenga las mínimas frustraciones, pero está claro que, mientras la sociedad siga organizada como está en torno a los temas de la maternidad, se generan un sinfín de malestares sociales y de frustraciones personales.

Estos malestares sociales están muy presentes en nuestra sociedad, ya que es la que más bajas tasas de fecundidad tiene del mundo. No llegamos a la tasa de reemplazo y las pensiones, en un sistema de Seguridad Social como el español, corren riesgos de no poder ser cubiertas en el futuro.

Las encuestas dicen que hay un desajuste entre el deseo y la realidad. Las personas querrían tener más hijos, pero las condiciones objetivas no se lo permiten. Es decir, muchas personas no pueden ejercer su libertad a la hora de escoger si quieren tener hijos y cuántos.

No se trata tanto de evaluar en términos económicos, a pesar de que tales estudios siguen pendientes en España, el gasto que supone la alimentación, el transporte, el ocio, la ropa de un hijo, sino de la repercusión tanto en la vida cotidiana, así como en la laboral, que tiene sobre la familia, y especialmente sobre la mujer, el hecho de tener un hijo.

A pesar de todo, las personas desean sinceramente tener hijos, aun sabiendo que han de pasar por muchas vicisitudes para sacar adelante ese hijo o esa hija.

Al principio, sobre todo, el hijo requiere mucha dedicación y necesita muchos apoyos, cuidados y mimos.

En este momento inicial, si la madre es la que se ocupa en exclusiva, encuentra pocas gratificaciones reales, porque un bebé, aunque haga muchas gracias, no tiene capacidad de dar respuestas positivas en un proceso de reciprocidad. En este primer momento, nunca mejor dicho, se limita a estrujar las ubres que le sostienen. Pero, aparte de un calor humano animal, no produce un intercambio. Sólo recibe.

Pero se mitifica la maternidad para que nadie pueda racionalizar el proceso. Se crea confusión entre el hecho biológico diferencial de dar a luz y amamantar y todo el trabajo que rodea la llegada de un hijo. Ambos componentes recaen sobre la mujer, cuando la higiene, la compañía, el cuidado de sus ropas, la alimentación distinta del amamantamiento, etcétera, lo puede hacer cualquier adulto con dos manos y buena voluntad.

Tampoco podemos olvidar que muchas mujeres que trabajan prefieren refugiarse, después de una dura jornada, en el cuidado de sus hijos a hacer méritos o conspirar para lograr el ascenso.

Esta gratificación impide muchas veces a las mujeres que su carrera profesional, que continúa después de que el hijo o la hija haya abandonado el hogar, pueda a su vez ser gratificante.

Se culpabiliza a la mujer tanto si se ocupa excesivamente de sus hijos, porque entonces es una persona que genera patologías en sus hijos, pero también si, por dedicarse a su trabajo, no está todo el día con ellos. 'De la sobreprotección al abandono', la mujer no se escapa de la crítica para configurar ese totum revolutum que se pretende que sea la maternidad.

La maternidad es como la caja negra: se llena de irracionalidad para poder obtener unos seguros beneficios, pero no para todas las personas, sino para unos pocos.

Para terminar de arreglarlo, venimos hablando de coste cero de la maternidad a los empresarios para corregir esa desigualdad, para evitar que una baja por maternidad, que proviene de una necesidad social, no repercuta negativamente en la igualdad de género cuando aparece un selecto club de empresarios que no atiende ni siquiera a las leyes de este Gobierno, como la de conciliación de la vida familiar y laboral, y propone volver a meter a las mujeres en las cavernas. La posterior rectificación llega tarde, porque ya ha demostrado el tipo de las dificultades que tenemos las mujeres para lograr la igualdad.

Josune Aguinaga Roustan es profesora de Sociología de la UNED y presidenta de la UNAF.

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