Y ¿a dónde se nos fue el señor Esteve?
Algunos locos más o menos bajitos llevamos años diciendo que el bueno de la película fue Roca, y Farreres, inventor del discurso social de lo nacional. Mucho antes de la ya legendaria frase del no menos legendario presidente, la idea de la simbiosis entre la Catalunya lliure y la Catalunya justa ya había tomado cuerpo entre los pensadores más lúcidos y comprometidos del país. La gran estafa de la memoria actual -'mala memoria', que diría Maria Aurèlia Capmany- es haber silenciado esa tradición, perfectamente entroncada con los movimientos sindicalistas libertarios y el nacionalismo de izquierdas, y habernos hecho creer que esto de Cataluña se lo inventaron cuatro burgueses inquietos, en sus ratos libres de Liceo y Ateneo. Así, así ganan algunos, que diríamos en gramática futbolera, a golpe de silencios, tradiciones inventadas, e historias descafeinadas. Que existió el catalanismo de derechas, por supuesto, y ahí tenemos a Cambó para erigirle monumentos, perdonado el detallito de su cruzada nacional. Y si estuvo con los de Burgos, ¿qué? Que los caminos de Cataluña son inescrutables... Pero existió en la medida en que usó lo catalán para servir a lo empresarial, para servir a los intereses de clase, que habríamos dicho en la época feliz en qué leíamos a Lenin. No podemos saber, pues, hasta qué grado de libre querían la Cataluña libre, pero podemos afirmar que no tenían ningún interés en la Cataluña justa.
No deja de maravillarme esa habilidad de CiU para los números: gana con un millón de votos, mayoritariamente de clases medias catalanistas, y sólo gobierna para unos cuantos miles de clase alta y más bien españolistas. ¿Será Pujol la reencarnación de Houdini?
Esa es la tradición del catalanismo que ha ganado, que ha gobernado y que, mutatis mutandis, ha reescrito la historia. Debe ser por ello, por inmersión tan profunda en el engaño que ya es nuestra verdad colectiva, que nadie se fija en lo que está ocurriendo. O nadie lo menta. ¿Quizá a nadie preocupa? Ocupémonos, pues, con la perversa intención de conseguir preocupar a alguien: ocurre que los defensores del país, salvadores de la patria irredenta y preclaros guardianes del santo grial, se están cargando literalmente las fuentes económicas del país. Ya no se trata de no ser sensibles a las discriminaciones sociales, a los desenganchados del tren del bienestar, a esas clases subalternas que parece que sólo existan en las viejas canciones de Raimon. Es que ya ni el señor Esteve nos preocupa, locamente instalados en un ultraliberalismo que tiene contentos a los cuatro ricos de siempre -por cierto, todos ellos colaboracionistas de la antigua cosa...-, y a los cuatro nuevos, pero que va a dejar machacadas las expectativas de futuro. Y es que no deja de maravillarme esa habilidad de CiU para con los números: gana con un millón de votos, mayoritariamente de clases medias catalanistas, y en cambio sólo gobierna para unos cuántos miles de clases altas y más bien españolistas. ¿Será Pujol la reencarnación de Houdini?
Las fuentes económicas, decíamos, y su destrucción. Primero, la salud del país. No, no hablo de su salud nacional, que con esa ya nos entretenemos a diario. Hablo de la salud salud, de la salud de la tierra, de su sostenibilidad, de su categoría ecológica. Si estamos de acuerdo en que, hoy por hoy, el nivel de protección ambiental marca las garantías de crecimiento económico de un país, Cataluña es un desastre de tal dimensión que se resume en tres titulares para la vergüenza: somos el contenedor de la mierda contaminante de cerdo que no quieren en Europa. Los purines se están cargando el subsuelo catalán y sus recursos acuíferos, pero eso sí, son un negocio redondo. Además, no sólo no ponemos ninguna traba a la proliferación de campos de golf y otras cursilerías al uso, sino que las incentivamos con alegría. Y puestos a controlar la contaminación industrial, no la controlamos en absoluto, que consejero que no sabe, consejero que no sufre. Así incumplimos la primera de las garantías para hacer de este amado y tan mentado país, un país de futuro. Es decir, nos lo estamos cargando. Claro que, sobre la mierda de cerdo plantarem una senyera triunfante...
Segundo, la deslocalización. Ya lo dijo años ha el ilustre Subirà: se trata de salvar el capital catalán deslocalizando las empresas, llevándonos nuestras vetes i fils a los Marruecos de miseria, donde no hay huelgas, ni convenios, ni derechos, en feliz y armonioso dumping social. ¿Somos conscientes de la cantidad de empresas que han desaparecido de Cataluña? ¿O de cómo se ha erosionado nuestro tejido empresarial medio? No, no hay menos dinero en Cataluña, o casi, pero cada día está peor repartido. Como me decía Maitena en un e-mail de hace poco: 'Argentina es rica, pero los argentinos somos pobres'. Cataluña no es rica, y los catalanes aún no somos pobres, pero cada vez está peor repartida la balanza. Y en la medida en que se va adelgazando nuestra clase media, el país se va deteriorando, cosa que nos lleva al tercer apunte: la venta a retales a toda multinacional que se precie. Si hablamos del sector comercial, tan básico en la estructura media catalana, a tenor de las circunstancias, podríamos animarnos a proclamar la república francesa. O cualquier otro porque, miremos el sector que miremos, todos han sufrido en los últimos años una venta acelerada de capital, con la consiguiente pérdida de soberanía sobre nuestra propia economía. Si a ello añadimos la pésima política de negociación con Madrid, que nos tiene las infraestructuras hechas un asco, y le añadimos las inversiones no resueltas, los peajes, el desajuste fiscal, el declive de la bolsa, la deficiente industria cultural, el pésimo nivel de nuestro I + D, etcétera, nos queda un país hecho un trapo. Claro que se trata de un trapo nacional, cuatribarrado, ondeando glorioso per damunt dels nostres caps.
Sí, eso, eso quiero decir: que nos han tomado el pelo. Que nos han mentado Cataluña en vano día a día, en mística convergencia identitaria, y así, parapetados detrás de la santa e histórica coartada, nos la han vendido a retazos, la han contaminado, alegremente la han empobrecido. Menos fuertes ahora que antes, menos dueños de lo nuestro, mucho menos competitivos, mucho más sucios, lo peor ha sido que encima nos lo hemos tragado. Nos hemos tragado que Cataluña era el objetivo. Y el objetivo sólo era el bolsillo de unos cuántos.
Pilar Rahola es escritora y periodista. pilarrahola@hotmail.com
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