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Una avalancha sepulta la gran final

Al menos 80 aficionados heridos en Río de Janeiro durante el partido Vasco da Gama-São Caetano

Una avalancha humana a punto estuvo de convertir el estadio São Januario de Río de Janeiro en un cementerio. El partido de vuelta de la final de la Liga brasileña, el esperado duelo entre el todopoderoso Vasco da Gama y el modesto São Caetano, se tiñó de sangre. Fueron 24 minutos de partido, en los que no hubo ningún gol, ninguna jugada magistral. Pero eso fue lo de menos. En el recuerdo quedará la imagen de las lágrimas, la desesperación y el miedo de las miles de personas que se vieron atrapadas entre la grada y aquella valla que cedió, que se vino abajo por el empuje de la masa y que a punto estuvo de sepultarles, en lo que no fue sino el retrato más oscuro de la absoluta desorganización en la que vive y muere el fútbol brasileño. Al menos hubo 80 heridos, tres de ellos de gravedad -entre los que se encontraba un menor de edad- en lo que fue una impresionante escena de empujones, pisotones, aplastamientos y pánico, sobre todo pánico.Cuando Romario, el gran ídolo del Vasco da Gama, se lesionó y salió del campo, dos hinchas de su equipo se enzarazaron en una pelea, según el relato que hicieron a la policía algunos testigos. Ese hecho fue suficiente para que el exceso de espectadores se hiciera notar. La pelea derivó en que parte del vallado que circunda el césped se viniera abajo y provocara el caos más absoluto.

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El estadio del Vasco da Gama tiene capacidad para 35.000 personas. Pero ayer había, al menos, 40.000. Ahora se investigan los hechos y se buscan responsables. Hay quien señala al presidente del club, Eurico Miranda, uno de los más violentos dirigentes que se conocen. Por las reglas del fútbol brasileño, el São Caetano, equipo visitante, tenía derecho por lo menos a 8.000 entradas. Sólo 1.000 le reservó el Vasco. El São Caetano se negó a jugar a menos que le dieran la cuota correspondiente. Se la dieron y el estadio no dio abasto.

El desastre era previsible. La valla cedió, la falta de espacio convirtió la grada en una trampa, y la gente intentó huir del aplastamiento general. Cientos de hinchas que intentaban escapar de la confusión se atropellaron en una frenética carrera por sobrevivir y pasaron por encima de de quienes iban cayendo al suelo. Las fuerzas del orden actuaron con celeridad, pero aquello ya era el caos.

Para más inri, sólo había dos ambulancias en el estadio, preparadas para una eventual emergencia, pero no para aquel desastre. Fue necesario traer otras nueve ambulancias, además de dos helicópteros. Mientras los heridos eran atendidos en el césped y, por orden de gravedad, llevados a los hospitales, dirigentes de la Federación Suramericana de Fútbol presionaban al São Caetano, argumentando que el partido debía continuar y que en caso de que el equipo se negara a seguir jugando sería eliminado de la Copa Libertadores de América, para la que ya está clasificado al haber quedado, al menos, subcampeón.

Fue necesario que el gobernador de Río interviniera y ordenara a la Policía que interrumpiera el partido. Todavía había heridos sobre el césped cuando los dirigentes dilucidaban el resultado deportivo de una final sangrienta, que durante muchos minutos trasladó la memoria a tragedias como la de Heysel. Después de suspendido el partido, Eurico Miranda, presidente del Vasco, obligó a sus jugadores a levantar la copa y a dar una vuelta de honor al grito de "campeones". Pero el Vasco no es campeón de nada. Les toca a los tribunales deportivos determinar una fecha para un nuevo partido. Evidentemente consternado, Romario, se limitó a comentar: "Los dos equipos querían jugar, pero la decisión de suspender el partido ha sido correcta". A última hora de la noche brasileña, el parte médico de lo que pudo ser una catástrofe hablaba de al menos 80 heridos, la mayoría de los cuales regresaron a casa sin más consecuencias que un brazo o una pierna escayolados, en lo que no dejó de resultar un milagro. Mientras, el presidente Miranda llamaba "débil e incompetente" al gobernador de Río por suspender el partido.

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