"Europa ha inventado la democracia y el comunismo"
El ministro comunista -el "comunista ministro", como dice él- Jean-Claude Gayssot es la estrella del Partido Comunista Francés, que cumple ahora 80 años, en el firmamento jospiniano de la izquierda plural y también el primer catalizador de la doble estrategia de su partido de estar simultáneamente presente en el Gobierno y en el corazón de las luchas sociales. Los franceses no han olvidado las imágenes que mostraron al titular de Transportes departiendo amistosamente, de madrugada, bajo un frío intenso, con los piquetes de camioneros que colapsaban las grandes rutas del país. Sus intervenciones en los conflictos sociales, su talante abierto, su fama de político eficaz, han convertido a este antiguo sindicalista de la Confederación General de Trabajadores (CGT) de 56 años, en un tiempo considerado delfín del histórico secretario general del Partido Comunista de Francia (PCF) Georges Marchais, en un peso pesado del actual Ejecutivo francés. Pregunta. Excepción hecha de la política sobre Córcega y de los pasados bombardeos de la OTAN sobre la ex Yugoslavia, ¿cuáles son las grandes diferencias que le separan de sus colegas socialistas?
Respuesta. Prefiero quedarme con las cosas que nos acercan y que sabemos hacer a favor del interés general. ¿Podemos limitarnos a "regular" el capitalismo, a limitar sus excesos, como sostienen los socialdemócratas? Nosotros estamos por la superación del capitalismo, y esto produce no pocas diferencias a la hora de hablar del poder de compra, de los ingresos mínimos y de los servicios y empresas públicas. Manejamos también perspectivas distintas cuando se trata de abordar los "poderes" de los trabajadores en las empresas, ya sean privadas o públicas. Pero el debate no impide una acción común. Solo no se gana jamás.
P. ¿En qué terrenos ha cambiado usted de opinión a partir de su entrada en el Gobierno?
R. Cambiar de opinión..., no; pero comprender mejor las cosas, sí, sobre todo en lo que se refiere a Europa y al papel de la Administración.
P. ¿Puede explicarse?
R. Sobre la cuestión de Europa, yo no medía hasta qué punto su presencia está integrada en la vida nacional. Por ejemplo, hay cantidad de soluciones deseables en el área de los transportes, medio ambiente, armonización social y seguridad marítima, que sólo tienen efectos políticos reales si se aplican a escala europea. Un ministro de Transportes tiene que ser forzosamente euro-constructivo. En lo que se refiere a la Administración, me parece injusto el juicio fácil que a menudo se le hace. La Administración juega su papel cuando la voluntad política se manifiesta claramente; pero si no es así, si la voluntad es ambigua o mal controlada, entonces ese vacío se rellena con antiguos reflejos herederos de políticas anteriores. Durante estos años, yo he verificado más a fondo que la "técnica" de la Administración es inseparable de la "política" que hay que hacer prevalecer en democracia.
P. ¿Cuál es el proyecto comunista francés para Europa?
R. Debemos abordar la cuestión europea con una mirada nueva. Lo que reprocho a la construcción europea actual no es ser europea, sino ser liberal. Y lo que deseo es una Europa que conjugue modernidad y progreso social. No debemos olvidar que es en Europa donde se han inventado los derechos humanos, la democracia, el sindicalismo, el socialismo y el comunismo. A mi juicio, lo que Europa debe ofrecer al resto del mundo es un mensaje de civilización asentado en esos valores esenciales.
P. En su campo no faltan precisamente quienes critican a esa Europa que se construye "a espaldas de los ciudadanos".
R. ¿La construcción europea se está haciendo lejos de la ciudadanía? Pues razón de más para implicarse e ir a verla de más cerca. No se trata de poner sordina a las críticas, sino de todo lo contrario. Se trata de inscribirse en un horizonte que es ya irreversible, de pasar política y socialmente por la fuerza de la iniciativa y de la audacia para que Europa esté orientada por la ambición del desarrollo, el progreso y la paz.
P. ¿Es usted partidario de un verdadero Ejército europeo?
R. Dicho lo anterior, ningún asunto debe ser considerado tabú, y tampoco la creación de una fuerza de intervención militar europea o la armonización social por arriba de los derechos y poderes de los asalariados europeos. Usted comprenderá, de todas formas, que lo urgente para mí sea más bien esto último.
P. ¿Su experiencia en el Gobierno le empuja a animar la mutación del PCF?
R. Desde luego que sí. Durante sus 80 años de existencia, el PCF sólo ha estado en el Gobierno un total de nueve años. Su cultura es, antes que nada, de oposición, de protesta, de lucha. Todo esto es precioso, pero hoy es preciso llevar este espíritu de contestación hasta la construcción política y, por lo tanto, a la práctica gubernamental. Hay que enriquecer nuestra cultura del "contra" con una cultura del "por". Eso no significa que tengamos que limitar nuestras ambiciones y nuestras perspectivas, y mucho menos renunciar a ellas. Eso quiere decir que hay que "restregarse" con la experiencia del poder, abrirse a la sociedad actual y a los movimientos que existen en ella. Hay muchas razones para querer transformar la sociedad actual, y ésa es la oportunidad que se abre para un comunismo del siglo que viene. Personalmente prefiero ser un "nuevo comunista" que un "ex comunista", como se dice de aquellos que en nombre de los fracasos trágicos del pasado han adoptado una salida de tipo socialdemócrata.
P. ¿Y cuál es hoy la identidad comunista? Ustedes han roto con el viejo modelo organizativo y cultural, pero ¿para crear qué, una especie de ala izquierda del Partido Socialista (PS)?
R. El PCF sigue siendo comunista al tiempo que transforma profundamente su concepción del comunismo. En ese sentido está más a la izquierda que el PS, pero no es el ala izquierda del PS, porque su proyecto no es sólo la regularización de las reglas de juego capitalista, sino la superación del capitalismo, la transformación de la sociedad, la promoción de una lógica social nueva que ponga en el corazón de sus prioridades la plenitud de la persona.
P. ¿No teme que la alternativa comunista haya quedado caduca?
R. En absoluto. La identidad comunista será siempre la opción de la justicia ante las desigualdades que se acentúan entre los pueblos y en el interior de cada pueblo; la elección del ser humano frente al poder del dinero, que destruye todo y lo convierte en mercancía; es la apuesta por una democracia nueva de participación ciudadana frente al elitismo o la profesionalización desmedida de la vida política.
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