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Reportaje:

Estalla el arte radical del DF

Algo gordo se cuece en México DF La megaurbe del tráfico y los suburbios, el lujo subterráneo y las balaseras a la luz del día, los corridos narconocturnos y el pelotazo literario del Crack bulle de jóvenes artistas radicales que firman y expiden a quien quiera poner atención el certificado de defunción de la ilustre tríada del arte nacional: Diego de Rivera-Frida Kahlo-muralismo indigenista.Gabriel Orozco, el exiliado neoyorquino, lidera un movimiento ácrata, meticón y malpensante: denuncia de la violencia, la corrupción y la mordida, resistencia activa contra ese no decr nunca ni sí ni no tan mexicano, uso de materiales y soportes muy diversos, lenguajes muy personales y cierto gusto por la inteligencia misteriosa.

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El fenómeno, apoyado por la Fundación privada JUMEX de Eugenio López y por el Patronato de Arte Contemporáneo estatal, empieza a asomar las uñas en medio mundo. ¿Pruebas? No hay más que darse una vuelta por el Reina Sofíá.

Allí expone Santiago Sierra, madrileño afincado y alucinado en el DF, cuya instalación de vídeo con yonquis moribundos (en principio pensó traerlos de carne y hueso) irá en junio a la Bienal de Venecia por decisión del propio director, Harald Szeeman.

Más. Yishai Yusidman (1963) presenta en Europa su serie Bajo tratamiento, su velazqueño conjunto de retratos de enfermos psíquicos realizada entre 1995 y 1998, terrorífica exhibición de rigor, técnica y valentía. Otrosí, el suave Héctor Zamora despliega una blanca y fascinante membrana de tela en la Torre de los Vientos, la aportación del uruguayo Gonzalo Fonseca a una serie de monumentos construidos en México por iniciativa de Mathias Goeritz para los Juegos del 68. Y si no, ahí está el grupo Semefo, yendo a la morgue a robar cadáveres de niños para exponerlos como prueba de la desolación que les rodea...

Todos, bien es verdad, bajo la sombra del desmedido y mediático Gabriel Orozco, cabeza de puente que ha convencido al prepotente vecino del norte con el arte imaginativo, sutil y sincero del pobre vecino de abajo.

Orozco es quizá el más versátil de todos, el más veterano y el más curtido. A ratos parece inquietante y a ratos naïf, trabaja en todos los soportes posibles y este año ha expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles una retrospectiva crucial, que ahora enseña el Rufino Tamayo del DF.

La exposición acerca a su propio país (donde apenas había expuesto antes) el rastro cosmopolita e irónico de este raro estudioso de la vida cotidiana, un tipo comprometido y bromista, poético y profundo, definitivamente moderno, al que apodan El Pájaro y que es capaz de exponer cualquier cosa y ninguna: un ascensor, una caja de zapatos vacía; una mesa de billar ovalada en la que la bola roja está atada al cielo por un cordel y vuela de acá para allá si uno acierta a golpearla; una mesa de ping-pong con cuatro lados y un estanque de nenúfares en el centro, para que los visitantes jueguen partidos húmedos y caóticos, o su pieza más célebre, el planchado, conceptual y físico, del Citröen DS (Tiburón), trasmutado en aerodinámico uniplaza..

Orozco politiza los objetos, se apropia de ellos, los mete y los saca de contexto en un juego muy efectista. Según dice Damián Ortega, otro de los puntales del nuevo arte, en un divertido cómic dibujado en el catálogo, Orozco explora de forma libre y flexible los significados de los objetos para que los demás los interpreten, políticamente o no, según. "Así logra desaprehenderse de sí mismo como si lanzara una piedra al vacío y luego fuera tras ella para ver los cambios que produce su caída".

El Pájaro tambíén es mecenas. Ha apadrinado a un grupo de jóvenes, los Curimanzutto, y los ha ayudado a exponer fuera (París los acaba de recibir), a través de una galería virtual y polémica, que es casi una metáfora del estado de cosas: según la exquisita ex galerista Patricia Sloane, "en el D.F. apenas sobreviven como pueden cinco o seis espacios reales dedicados al arte contemporáneo". Surge así la gran paradoja: no hay mercado interno que consolide la eclosión de tanto talento. Solución: viajar.

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