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Los cebos tóxicos han acabado con 14 águilas y 18 buitres negros en tres años

Las penas por matar especies protegidas oscilan entre seis meses y dos años de prisión

La Fiscalía de Medio Ambiente de Madrid investiga el uso de cebos envenenados en 38 fincas de la región como posible causa de que en los últimos tres años hayan perecido en la Comunidad 14 águilas, reales e imperiales, así como 18 buitres negros, especies especialmente protegidas por hallarse en peligro de extinción. El responsable de la Fiscalía, Emilio Valerio, va a citar a los dueños de estas fincas, en cuyas inmediaciones se encontraron muertas a las aves, para preguntarles por el supuesto uso de cebos con veneno, según fuentes de la investigación.

'Efecto dominó'

La investigación es fruto de las denuncias de la asociación ecologista WWF Adena (la sección española del Fondo Mundial para la Naturaleza, una organización privada con cinco millones de socios en todo el mundo). El fiscal ha pedido ya a Adena más detalles sobre las fincas en las que supuestamente se usan esos venenos y tiene previsto ordenar a agentes del Seprona (el servicio de protección de la naturaleza de la Guardia Civil) que se desplacen a estas fincas y cotos para investigar el caso. Los cebos envenenados podrían haber sido también la causa de la muerte de milanos, perros de caza, zorros, gatos y jabalíes.Según Adena, el uso de cebos tóxicos constituye, junto a los cables de alta tensión, "la principal amenaza para la pervivencia del águila imperial y del buitre negro" en la región, y está tipificado como delito en el artículo 336 del Código Penal. Éste establece: "El que, sin estar legalmente autorizado, emplee para la caza o pesca veneno, medios explosivos u otros instrumentos o artes de similar eficacia para la fauna, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o una multa de ocho a 24 meses".

El veneno en las fincas de caza provoca un efecto dominó que acaba con muchas águilas. Los guardas y propietarios de cotos ponen en el monte animales muertos untados con sustancias tóxicas para matar a zorros y otras alimañas que atacan a los conejos y perdices. Pero también las águilas y los buitres muerden los cebos y mueren.Las 38 fincas sospechosas están en los municipios de Pedrezuela, Fresno de Torote, Meco, Los Santos de Humosa, Daganzo, Villanueva de Perales, Navalagamella, Sevilla la Nueva, Villa del Prado, Valdequemada, Griñón, Villamanta, San Martín de Valdeiglesias, Chapinería, Arroyomolinos, Colmenar del Arroyo, Cadalso de los Vidrios, El Escorial, Algete, Ribatejada, Robledo de Chavela y Boadilla del Monte. En un coto de Pedrezuela han podido ser envenenados en los últimos años, según los datos de la Fiscalía de Medio Ambiente, cinco buitres negros. El análisis de las vísceras de estas aves ha demostrado que ingirieron estricnina y pesticidas agrícolas.

Carlos Cano, responsable del programa antiveneno de WWF Adena en España, hace hincapié en la gravedad de esta práctica, que emplean dueños y encargados de cotos para acabar con los predadores de perdices. "Es un método no selectivo que, si no se frena, acabará con los pocos ejemplares de águilas y buitres que quedan en Madrid", señala.

En la región viven 20 parejas de águilas, distribuidas entre el monte de El Pardo, el sureste y la sierra de Guadarrama, según estimaciones de Adena. En España, único lugar del mundo donde hay águilas imperiales, quedan 131 parejas. Madrid cuenta también con 50 de las 1.127 parejas de buitres negros contabilizadas en todo el país.

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El águila imperial tiene una envergadura de dos metros y un peso de unos siete kilos. Caza de todo, desde pequeños ratones de campo hasta las crías de corzo o cabra montés. En Madrid habita en las peñas más altas de la sierra. Su peor enemigo ya no son sólo las fauces del zorro ni las del lobo, sino también los tendidos elécricos: las aves colisionan con ellos y se electrocutan, o se rompen las alas y quedan inútiles para sobrevivir.

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