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CONFLICTO EN ORIENTE PRÓXIMO

Tierra Santa, tierra arruinada

La Intifada supone el desastre económico para Israel y para los palestinos. La caída del turismo navideño acentúa la crisis

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"La peor crisis de nuestras vidas"

Navidad es siempre temporada alta en Jerusalén, en Belén, en Nazaret. Cientos de miles de personas de todo el mundo peregrinan a lo que se conoce -desde la devoción y desde la historia- como Tierra Santa. Pero la Navidad del año 2000 es la catástrofe, el desastre económico. Nadie visita Belén. Los nuevos hoteles construidos por la Autoridad Palestina están absolutamente vacíos. Algunos han tenido que cerrar sus puertas.En Jerusalén, los escasos visitantes circulan por la Ciudad Vieja en una insólita y cómoda situación: no hay grupos apiñados de peregrinos que avanzan detrás de sus guías, no hay masas de turistas comprando rosarios o agua bendita del Jordán. En la iglesia del Santo Sepulcro, entre sus custodios coptos, ortodoxos y católicos, nadie estorba a un exótico grupo de fieles nigerianos que entonan himnos mientras ponen las palmas de las manos sobre la losa de piedra en la que, según la tradición, quedó depositado el cuerpo de Jesús tras el descendimiento de la cruz. Dos japoneses se fotografían sonrientes al lado de la capilla que supuestamente alberga el lugar del Gólgota en el que se produjo la crucifixión. Y poco más: no hay colas, no hay aglomeraciones, no hay nadie.

La violencia, las piedras y los disparos, las imágenes de la Intifada que arrancó el 28 de septiembre, han hecho estragos en la zona. Israel recibe anualmente a unos cuatro millones de personas: desde hace tres meses, las llegadas del exterior han descendido un 35%. Sólo por turismo -aseguran las cámaras de comercio israelíes- los palestinos se quejan de perder 1,9 millones de dólares (370 millones de pesetas) cada día.

Para colmo, el 80% de la actividad industrial de los territorios palestinos está paralizada desde que empezó la revuelta. El parón, ocasionado por el cierre de los territorios y las restricciones impuestas por los israelíes a las entradas de materias primas, pesa como una losa sobre la población. El 50% de los trabajadores se ven condenados al paro, según los últimos datos difundidos por el Centro Palestino para los Derechos Humanos, una de las organizaciones no gubernamentales más activas y prestigiadas de los territorios autónomos.

El índice de desempleo, el más elevado en la historia de la moderna Palestina, ha disparado otro índice: el de la pobreza de la población -calculado sobre ingresos inferiores a 400 pesetas diarias-, en el que ya figura el 31,8% de los ciudadanos, porcentaje que crecerá si la actual situación se prolonga. Tres meses antes de empezar la Intifada, ese índice incluía al 21% de los palestinos.

Al desempleo local se le suma la pérdida de trabajo de los cerca de 120.000 obreros que a diario iban a trabajar a Israel, a pesar de que sólo 40.000 tenían los papeles en regla y el 80% restante eran empleados clandestinos, es decir, mano de obra barata. En total, según datos de Naciones Unidas con estadísticas del Banco Mundial, el desempleo entre los palestinos, que afectaba a 70.000 personas en el verano, alcanza ahora a unas 260.000: dos de cada cinco trabajadores están paro. Según los mismos datos, desde el principio de la Intifada las pérdidas económicas directas de los palestinos superan los 500 millones de dólares.

Un sector enormemente afectado por la crisis es el agrario. Se está perdiendo todo. La recogida de la aceituna en los territorios de la Cisjordania resultó un drama, sobre todo en las zonas cercanas a los asentamientos, donde los colonos impusieron un cerco y prohibieron a los agricultores acercarse a los árboles.

De esta manera se ha impedido a millares de familias palestinas acceder al único ingreso seguro del año, después de no haber podido alcanzar el mercado de trabajo israelí. Las aceitunas se han quedado sin recoger. La situación de la agricultura en Gaza es también dramática. El fresón y las flores, los productos estrella de la franja, han empezado a pudrirse en el suelo. Los intentos de las organizaciones de campesinos para exportar, como cada año, sus productos se han visto bloqueados. Hace una semana le tocó el turno a siete grandes camiones de fresones; 50.000 dolares para nada. Los fresones se pudrieron bajo el sol. El mercado local interior ha quedado inundado de fruta fresca a precios bajos: es la única salida posible para un país que carece de instalaciones frigoríficas.

En la Federación de Cámaras de Comercio de Israel, Mandy Barak, su responsable internacional, confirma la situación: "Todo su mercado está bloqueado. Los palestinos están perdiendo porque no pueden exportar sus productos y dejan de recibir los impuestos de exportación, y porque aquellos que trabajaban en empresas israelíes -decenas de miles cada día- no están recibiendo sus sueldos". Según Barak, la media salarial de un palestino dentro de los territorios oscila entre 300 y 400 dólares al mes; la media de los empleados en empresas isarelíes está entre 800 y 1.000 dólares mensuales.

Las organizaciones de defensa de los derechos humanos, alarmadas por esta situación, consideran que "bajo el cerco de la ocupación israelí, el sufrimiento del pueblo palestino continúa". Y denuncian que "las condiciones de vida en los territorios se ha deteriorado en todos los aspectos, económicos, culturales y sociales", al tiempo que advierten del peligro de que crezca "el sentimiento de frustración entre los palestinos como consecuencia del silencio de la comunidad internacional".

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