SOS por l'Horta
Una joven y animosa "Plataforma per un cinturó d'Horta" ha presentado esta semana en el aula magna de la Universidad de Valencia una propuesta de iniciativa legislativa popular ante las Cortes con el fin último de que la huerta del cap i casal sea declarada espacio natural protegido con todos los derechos previstos e inherentes a tal calificación. El ámbito de la futura ley abarcaría los términos municipales de 48 municipios incluidos en el área metropolitana y establecería los criterios para delimitar el territorio protegible así como para identificar e inventariar el patrimonio cultural e histórico asociado -acequias, caminos y alquería- que conforman su estructura. Otros apartados del proyecto atienden a la regeneración ecológica, usos agrícolas, explotación de los productos, formación profesional de los agricultores, fiscalidad y ayudas económicas.La logística diseñada para alcanzar estos objetivos, en tanto no se promulgue la ley, se resume en la declaración de una moratoria de actuaciones urbanísticas -incluidas las que estén en curso de ejecución- que conlleven la disminución del suelo no urbanizable o el grado de protección actualmente fijado para el mismo. A la vez, y desde este momento, se procederá -en realidad, ya se está en ello- a movilizar a la opinión pública y recoger no menos de 50.000 firmas que avalen fehacientemente la petición. A juicio de los aludidos promotores, habrían de ser todos los valencianos sin excepción quienes se comprometiesen con esta cruzada reivindicativa de un patrimonio entrañable, común y en peligro cierto de desaparición. Baste recordar que desde 1960 se ha liquidado la mitad aproximada de la huerta que existía y que en unos pocos decenios puede extinguirse el resto, víctima de la presión urbana.
No es necesario acentuar las tintas para subrayar la gravedad del problema, que año tras año se agudiza mientras sirven de bien poca cosa las denuncias -la más reciente y apremiante ha sido la del Consell Valencià de Cultura-, las leyes vigentes que no se aplican y los lamentos retóricos o sinceros, pero inútiles, de algún político. Añádase a lo dicho que tampoco se percibe una clamorosa sensibilización de la ciudadanía, a la mitad de la cual, como revelaba una encuesta, le tiene sin cuidado el destino de la huerta. Quizá contribuya a dicho desistimiento el avasallador avance del asfalto, visto como una fatalidad, y el quietismo de los gobernantes, cómplices unas veces y desbordados las más por el imperio del atobón y de los intereses especulativos.
A estos inconvenientes no podemos dejar de sumar el más disuasorio de todos ellos: la dejación de los mismos agricultores, obviamente deslumbrados por la expectativa de convertir sus pejugales en superficies edificables y liberarse así de un oficio para el que muy a menudo no tienen continuadores, pues ha tiempo que desertaron del surco. Resulta ilustrativo, a nuestro juicio, que en la presentación de la plataforma arriba reseñada no fuera notable la presencia de labradores, por más de que se tratase de una iniciativa preferentemente urbana y liderada por veteranos y veteranas con muchos quinquenios de lucha cívica.
No obstante dichos reparos, que a nada conduce silenciarlos, creemos que esta iniciativa, este SOS por la huerta de Valencia, ha de ser escuchado con un vigor similar, aunque redoblado, al que permitió que el cauce del Turia, ponemos como ejemplo, no fuese hollado por una autopista. En este desafío es muy superior y más irreversible el coste de la derrota, pues nos va en ello un ecosistema, una credencial que nos identifica y una componente de nuestra calidad de vida. Por ello celebramos como muy pertinente que los patronos de esta iniciativa hayan trazado un plan razonable y realista, aunque árduo, si bien no tanto como para que resulte imposible. Todo depende de que colectivamente le echemos una mano. En otro caso, el SOS está llamado a convertirse en un réquiem por la huerta herida, pero no moribunda todavía.
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