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Arafat asegura que israelíes y palestinos están cerca de un acuerdo en Washington

Una oleada de optimismo ha empezado a soplar desde Washington. El presidente palestino, Yasir Arafat, aseguró ayer que sus representantes están cerca de alcanzar un acuerdo de paz con los israelíes en las conversaciones que celebran allí. Los avances se centran en Jerusalén, sobre cuya división parecen empezar a entenderse; el control de las fronteras internacionales, que pasará poco a poco a la Administración palestina, o los territorios, que serán devueltos en un 95%. Pero en la región nadie se llama a engaño. Falta aún lo más difícil: que todo esto se haga realidad. Nunca los israelíes habían sido tan generosos.

La propia Administración norteamericana parece sorprendida por el talante flexible y negociador del equipo que preside el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Shlomo Ben Ami, quien, de acuerdo con un guión pautado por el primer ministro, Ehud Barak, ha hecho a los palestinos todo tipo de concesiones verbales, resolviendo así de un plumazo problemas hasta ahora inasalvables, como Jerusalén, los asentamientos, la devolución de los territorios o el control de las fronteras internacionales con Jordania y Egipto.La delegación israelí, una tras otra, ha planteado a la contraparte palestina soluciones equilibradas, olvidando los antiguos enrocamientos del pasado julio en Camp David, donde la disputa sobre el control de Jerusalén fue la piedra angular que no permitió a Arafat y a Barak llegar a un acuerdo. Ahora, incluso la cuestión de Jerusalén se ha solucionado, como si fuera un juego de niños: los barrios judíos, para Israel; los musulmanes, para los palestinos.

En la mesa de las negociaciones se perfila por ahora un único atasco: el problema de los 3,5 millones de refugiados a cuyo regreso se opone Israel, que se niega a aceptar una ley del retorno palestino, como la que la comunidad internacional bendijo en su día a los judíos para que pudieran volver a su Tierra Prometida. Israel ofrece como contrapartida "generosas compensaciones económicas" para que permanezcan en el país de asilo.

El presidente Bill Clinton empezaba a plantearse la posibilidad de celebrar una cumbre entre Arafat y Barak, quizás para el 10 de enero, diez días antes de que abandone definitivamente la Casa Blanca. Sería el colofón y el galardón a ocho años impulsando el proceso de paz. Aseguran que las próximas horas serán cruciales. Barak trabaja a contrarreloj, ya que necesita el principio de acuerdo para utilizarlo como material de propaganda para una campaña electoral en la que por ahora no hace sino perder puntos: entre 11 y 18 puntos le separan ya de su rival del partido nacionalista Likud Ariel Sharon. Nunca Barak había estado tan bajo.

La derecha nacionalista radical israelí ha empezado a tomar posiciones contra un posible acuerdo. El redoble de tambores es incesante. El gran líder del inmovilismo, Benjamín Netanyahu, condenaba ayer de antemano un acuerdo en estos términos con los palestinos, y aseguraba que se pondrá en cabeza de un "frente del rechazo". La movilización nacional israelí no ha hecho más que empezar. "Barak no tiene derecho a hacer estas concesiones", clamaba la derecha intransigente, mientras cerraba filas en torno al viejo halcón Sharon. Ha empezado la campaña electoral.

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