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Tribuna
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La ministra

Pudo haber nacido en Andalucía. Es ministra de Educación y también del PP. Sabe escribir en revistas. Dice que "un porcentaje cercano a la mitad de las becas las obtienen familias que ocultan sus verdaderos ingresos". También sabe hablar. Ha rectificado. Dice que no es verdad. Que lo escrito, y publicado, firmado queda con su firma, pero que ella no tiene nada que ver. El texto era de un negro de confianza, al que se le ocurrió pensar. Le va a ajustar las cuentas. Es su disculpa. Confiaba en el negro. No sabe la tranquilidad que produce. Del Castillo, Pilar, la ministra, no escribe, no lee lo que le escriben, y tiene un negro de confianza.Los andaluces, después de los gallegos, tenemos el dudoso honor de disfrutar de un analfabetismo relevante. Comprendo. Para ser ministro no hace falta saber leer, ni escribir, sólo tener un negro. Eso sí, si se equivoca, el que dimite es el negro, no la ministra. Es lógico. La ministra se habrá dicho: si Ana Rosa firma un libro que escribe un negro y la mujer del presidente asiste a la presentación, y el libro lo escribió, pero no lo escribió, no sólo no tengo que escribir, sino tampoco leer. El éxito está asegurado. Además, si se descubre, aplicamos la Ley de Extranjería, y el negro dimite. El negro al hoyo, y el ministro a gobernar, a lo de la Thyssen, o al Congreso.

Es su problema, que no tiene. El mío es distinto. Mi niña es andaluza. No sé cómo hacerle entender que tiene que estudiar. Si su ministra no escribe, ni lee, y gobierna a ojo de buen negro, no puedo darle razones para que aprenda a leer. Antes podía decirle: si quieres ser ministra, como no tienes aceite en Jaén, debes estudiar para ser número uno en oposiciones, como don Manuel, el de Palomares o Galicia. Ahora da igual, puede ser analfabeta. Este dar igual hace pensar que algunos de los que gobiernan tienen un negro a mano para que dimita, si se equivocan, por aquello de hoy por mí, mañana indulto por ti.

También cabe preguntarse si el negro tenía razón y la ministra no se entera de lo que firma, y realmente existen becarios pudientes. No es cosa suya, dirá. Es del negro. Puede que algún día los negros sean ministros. Entonces los negros sabrán leer y escribir. Ahora sólo dimitir.

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