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MEDIO AMBIENTE

Dos nuevos reactores atómicos compensarán el cierre de Chernóbil

La central ucrania, que contaminó media Europa en 1986, será clausurada el viernes

La central ucrania de Chernóbil, escenario en 1986 del peor accidente de la historia de la energía nuclear, dejará de constituir una amenaza el viernes, cuando se desconecte el reactor número 3, único de los cuatro originales todavía en activo. Será un cierre polémico, marcado por recientes paradas por averías o el mal tiempo, a causa de la alternativa por la que apuesta la antigua república soviética para compensar la pérdida de producción: otros dos reactores atómicos.

Nueva amenaza

El presidente ucranio, Leonid Kuchma, garantizó el 5 de junio a su homólogo norteamericano Bill Clinton (por entonces de visita oficial a Kiev), que Chernóbil echaría el cierre el 15 de diciembre, y parece dispuesto a cumplir su promesa. Pero, desde entonces, al igual que durante los anteriores cinco años, ha dejado claro que el adiós a la central es sólo parte del guión que también incluye la construcción de otros dos reactores y la ayuda para superar las gravísimas consecuencias económicas y humanas de la catástrofe del 26 de abril de 1986. Chernóbil produce algo más del 5% de la electricidad que se consume en Ucrania.Ese día, el reactor número 4 saltó por los aires, expandió su invisible veneno radiactivo (100 veces superior al de la bomba de Hiroshima) por media Europa, dejó permanentemente contaminadas amplias zonas de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, mató de forma inmediata a más de 30 personas, asesinó a cámara lenta a miles más en los años siguientes y causó problemas de salud a millones.

El pasado jueves, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), cuyos clientes (los países del Este de Europa) no envidiaría ningún banquero convencional, aprobó la concesión de un préstamo de 215 millones de dólares (más de 40.000 millones de pesetas) para ayudar a la construcción de otros dos reactores atómicos, concretamente en las centrales de Jmelnitski y Rovno.

Los países miembros del BERD estuvieron muy lejos de adoptar una postura común. Los hubo favorables al préstamo casi sin reservas, como Francia, que probablemente se llevará la parte del león de los contratos. Los hubo rotundamente opuestos, como Austria, Hungría, Noruega y Holanda. Y los hubo ambiguos, como España, Italia y Alemania, que se abstuvieron. La actitud germana fue un reflejo de las distintas sensibilidades sobre el asunto que se aprecian en el Gobierno, con los verdes en pie de guerra contra cualquier proyecto nuclear en Europa, pero impregnados de pragmatismo tras coligarse con los socialdemócratas.Algunos miembros del BERD y, por supuesto, Greenpeace y otros grupos ecologistas arguyen que el remedio puede ser peor que la enfermedad, que los reactores de Rovno y Jmelnitski reproducirán la amenaza que un día supuso Chernóbil y que será imposible un control completo de las medidas de seguridad. Es decir, que temen que, una vez recibido el dinero, las autoridades ucranias hagan de su capa un sayo.

El mejor argumento del BERD es que, para recibir el dinero (que es más que dudoso que se recupere alguna vez), el Gobierno de Kiev debe aceptar un largo catálogo de condiciones y de medidas de supervisión externa. Además, Ucrania asegura que, con dinero ajeno o sin él, seguirá con el proyecto de Rovno y Jmenlnitski. Éstos son sus motivos: escasez de recursos minerales que garanticen atender a sus necesidades y excesiva dependencia del petróleo y el gas ruso, lo que propicia el chantaje más político que económico de Moscú, que observa con creciente preocupación la desviación de la antigua república soviética hacia Occidente.

El préstamo del BERD (cuya devolución está poco menos que descartada) forma parte y está ligado a otro mucho mayor, de 1,5 millones de dólares (cerca de 300.000 millones de pesetas), decidido en 1995 por el Grupo de los Siete (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Canadá, Italia, Alemania y Japón), también para la construcción de los dos nuevos reactores. En estos cinco años, unos y otros han jugado al ratón y el gato.

Los siete han presionado con un punto del acuerdo inicial: el que establecía que la alternativa a Chernóbil sería "la menos costosa", y que ésa no es la de Rovno y Jmelnitski. Ucrania, por su parte, ha mantenido siempre la espada de Damocles de no cerrar la central en el plazo pactado, que terminaba en el año 2000. El 1 de enero o el 31 de diciembre, según las interpretaciones.

La muerte de Chernóbil llega tras una larga agonía marcada por numerosas averías, cortes y reparaciones que, en los últimos años, casi han tenido más tiempo a la central parada que generando energía. De los cuatro reactores operativos el 26 de abril de 1986 (se estaban construyendo otros dos), sólo queda en activo el número 3, aunque el pasado miércoles se detuvo por un escape de vapor.

El número 2 se desconectó en octubre de 1991, tras un incendio en la sala que lo albergaba. El 1 echó el cierre en 1997, al término de sus 20 años de vida útil. Y lo que queda del 4 está sepultado bajo toneladas de cemento y encerrado en una estructura gigantesca conocida como el sarcófago, pero muy lejos de ser totalmente hermético. La radiación en los alrededores es muy superior al del resto de la central, y es aconsejable no estar por allí más tiempo del estrictamente necesario.

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