El peligro de la desidia
Si no surge un contratiempo grave de última hora, la tristemente célebre central nuclear de Chernóbil será definitivamente clausurada el próximo viernes. Se pondrá fin al capítulo más bochornoso de la historia de la energía nuclear civil, que desde el 26 de abril de 1986 ha unido el nombre de Chernóbil a los de catástrofe, dolor, desidia y muerte. Hasta el último momento, Chernóbil ha querido hacer honor a su lamentable fama, y el único reactor que sigue funcionando ha experimentado en los últimos 20 días previos al cierre dos paradas no voluntarias, el miércoles pasado, por una fuga de vapor radiactivo en un recinto aislado de los empleados. Con la clausura del último reactor no van a terminar los problemas. Una vez dejan de producir energía, las centrales nucleares se convierten en un enorme residuo, en su peor parte radiactivo, que durante años requiere tanto esfuerzo y dinero como si la instalación estuviera en su periodo productivo. Esta realidad, aterradora para un país como Ucrania, sumido en una crisis económica profunda, se ve agravada en Chernóbil por el hecho de que es necesario reconstruir el enorme sarcófago de hormigón con que el reactor número 4 tuvo que ser aislado cuando hace 14 años el combustible radiactivo se desparramó y contaminó gravemente vastísimos territorios.De la importancia de llevar a cabo un buen mantenimiento de las instalaciones nucleares una vez finalizado su periodo productivo da idea el caso de Novovoronezh, en Rusia. Dos de los cinco reactores de esta central están paralizados desde hace 10 y 12 años. Su abandono ha hecho posible que isótopos radiactivos hayan llegado a tuberías que vierten al río Don, según reconocieron el martes funcionarios rusos, y se investiga la posible contaminación del lecho del río.
La desidia, junto a los defectos de diseño, es uno de los grandes peligros que atenazan estas instalaciones en el espacio de la antigua URSS. En su proceso de ampliación hacia el Este, la UE está imponiendo como condición para el ingreso el reforzamiento de la seguridad de las instalaciones nucleares. Pero los posibles efectos de esta desidia no conocen fronteras, y más allá están Ucrania, Rusia y otros países. No se puede bajar la guardia.
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