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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El submarino ya no da risa a nadie

Aznar ha dejado de considerar motivo de risa los problemas de inseguridad que plantea a los habitantes de la zona la presencia del Tireless en Gibraltar. El submarino amarillo de su conferencia de prensa ha pasado a mejor vida. El presidente del Gobierno ha declarado al periódico londinense The Times que "lo más razonable, lógico y deseable" es que el submarino nuclear británico averiado abandone el puerto de Gibraltar y sea trasladado a Gran Bretaña para su reparación. Es un cambio de 180 grados en la opinión de Aznar, refrendada muy recientemente por el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, en el Congreso de los Diputados. El Gobierno nunca, hasta ahora, ha considerado la necesidad de trasladar el submarino.El propio presidente ha apostillado después sus declaraciones al diario británico, señalando que ese traslado es ahora posible -de acuerdo con los análisis y estudios de que dispone-, y no cuando lo pidieron otras formaciones políticas y sociales y una muy amplia opinión pública. ¿Qué ocurrirá si el Gobierno británico sigue manteniendo que ese traslado no es posible y que resulta más prudente reparar el submarino en Gibraltar que conducirlo a Gran Bretaña? El problema seguirá existiendo para España, pues su solución no depende sólo de lo que expliquen los análisis o informes técnicos, sino del convencimiento con que el Gobierno defienda los intereses de la población española que se encuentra en el radio de acción de un posible episodio de contaminación, ahora o cuando se ponga el reactor en marcha una vez reparado. A la acción técnica se le une -siempre estuvo unida- una decisión política.

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Aznar puntualiza que "no existe el mínimo riesgo en estos momentos", pero vincula el traslado del submarino al objetivo de "encontrar las mejores condiciones de seguridad para todos, que permitan resolver la situación". Incluso con un lenguaje tan tortuoso, deja traslucir que el problema no está resuelto y que cuanto más lejos de Gibraltar se vaya el Tireless, más seguros estarán los habitantes de la zona. Aunque sea tarde, hay que felicitarse de que el Ejecutivo comience a dar señales de sensibilidad ante los hipotéticos perjudicados y de la firmeza que requieren las relaciones exteriores. Ahora le queda lo más difícil: convencer a Blair de lo fundado de la posición española.

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