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Schröder será flexible en Niza para salvar la ampliación al Este

Pilar Bonet

El canciller alemán, Gerhard Schröder, no se puede permitir que la cita de Niza fracase por las diferencias con Francia y está dispuesto a suavizar sus posiciones en un grado que sólo se despejará en la negociación final entre los dirigentes de los 15 países de la UE. En previsión de unas "conversaciones difíciles y aburridas" y del "trabajo de persuasión" en ciernes, la UE ha prolongado hasta el domingo las reservas de hotel de los participantes en la conferencia.

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Medios gubernamentales alemanes transmitían ayer la impresión de que Berlín es flexible. "Nadie puede insistir al 100% en sus posiciones", señalaban. No llegar a un acuerdo supondría "desgarrar nuestras propias carnes", agregaban."No habrá una pelea entre Francia y Alemania. Habrá acuerdo y el acuerdo reflejará los intereses de todos los miembros", proseguían, recitando estas frases como si fueran axiomas incontestables.En Niza, Alemania no pondrá en peligro la futura ampliación de la UE, que es uno de sus grandes intereses, señalaban medios europeos, según los cuales la visión a corto plazo, centrada en Niza (los asuntos residuales y correosos que Amsterdam dejó en 1997), desvía la atención de las verdaderas prioridades de Berlín a medio y largo plazo, a saber la nueva fundación constitucional de Europa sobre una base federal y la ampliación al Este.

Estos objetivos fueron esbozados por el ministro de Exteriores, Joschka Fischer, en mayo. La visión de Fischer prevé un reparto de soberanía entre los diferentes niveles europeos (comunitario, estatal y regional) y una división de competencias tanto vertical, entre los niveles mencionados, como horizontal (entre las instituciones de la UE). El programa para una década que Fischer esbozó es justamente lo que Alemania intenta plasmar en una nueva conferencia intergubernamental en 2004. Para Berlín es de suma importancia que Niza la respalde. Los socios europeos, a su vez, son conscientes de que ello supone abrir el debate sobre una nueva visión de Europa. Por ello, el apoyo a la conferencia de 2004, que al principio se otorgaba a la ligera, se ha convertido en una baza negociadora que los socios europeos se guardan para obtener variantes óptimas en el llamado "triángulo mágico", es decir el conjunto formado por la reponderación de voto en el Consejo, el tamaño de la Comisión y las decisiones por mayoría cualificada. Berlín podría incluso renunciar a traducir su superior peso demográfico en un mayor número de votos en el Consejo, si consigue que Niza dé luz verde al mandato deseado para la conferencia de 2004.

Los tres vértices del "triángulo mágico" de Niza funcionan como vasos comunicantes, que a la vez están vinculados a las cooperaciones reforzadas, es decir, la posibilidad de que varios países avancen en un campo concreto (si lo aprueban ocho Estados, según los borradores), aunque los otros no quieran. Más allá de Niza, los políticos alemanes calculan ya contando con las características de los nuevos socios, y afirman, por ejemplo, que el ingreso de países con tradicionales vínculos con Alemania permitirá al idioma alemán equipararse al inglés y al francés. Los alemanes no admiten en público que se critique a los franceses, pero aceptan en privado que la presidencia de sus vecinos ha sido floja y que la cohabitación lastra la relación con Berlín. La grieta entre Francia y Alemania se ha ensanchado. Alguien que inquiría ayer sobre el valor del potencial atómico francés en el peso específico europeo recibió la siguiente respuesta de un alto funcionario alemán: "Es más bien un argumento negativo".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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