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Francia se queda sola en su batalla para que Alemania no sea el país con más votos en la UE

Carlos Yárnoz

Francia lleva todas las de perder en su particular pulso con Alemania. A sólo 48 horas de que comience en Niza la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno de la Unión Europea, París no logra ningún apoyo concreto para frenar la pretensión alemana de tener más votos que ningún otro Estado en el Consejo de Ministros de la UE. España y Holanda se han convertido en los principales valedores de Berlín, pero el Reino Unido e Italia tampoco ponen inconveniente alguno al deseo alemán, mientras los países pequeños se muestran comprensivos.

Divergencias diversas

El objetivo de Alemania hace saltar por los aires uno de los principios fundacionales de la Unión: el equilibrio de poder entre París y Berlín, concretado en que ambos han tenido el mismo peso en votos en el Consejo de Ministros de la Unión Europea (hoy diez cada uno, al igual que Italia y Reino Unido). Pero, tras la reunificación en 1990, Alemania (82 millones de habitantes) quiere traducir en más votos su peso demográfico frente a los siguientes países europeos más habitados, como Francia (58,9 millones) o Reino Unido (59,2)El Gobierno español se ha mostrado como un firme defensor de las tesis alemanas, como ya se dedujo claramente tras la entrevista de la semana pasada entre el presidente español, José María Aznar, y el francés, Jacques Chirac, porque los intereses entre ambos países son convergentes.

España, que como los otros grandes países seguramente perderá uno de los dos comisarios que tiene en la Comisión, quiere, a cambio, tener el mismo peso específico que el grupo de cabeza. Inicialmente, incluso aspiró a tener el mismo número de votos que Alemania, Francia, Reino Unido e Italia. Berlín no aceptó esa tesis porque, de rebote, supondría que Polonia, con una población similar a la española, acabaría teniendo los mismos votos que Alemania cuando se incorporara a la UE, una hipótesis imposible de digerir en Berlín.

Ante esa situación, Madrid cambió de estrategia, rebajó sus pretensiones y ahora exige tener los votos suficientes como para poder bloquear decisiones en el Consejo junto con otros dos países grandes, con lo que su peso específico sería similar al de Alemania, Francia, Reino Unido o Italia.

Conseguir ese objetivo, para el que cuenta con el apoyo explícito de Berlín, será mucho más fácil si Alemania se despega en número de votos de los demás socios de la Unión, porque la distancia en población entre España y Francia, Reino Unido e Italia es menor que la que hay entre esos países y Alemania. Por tanto, si Alemania obtuviera una ligera ventaja en votos frente a esos tres países, aunque fuera simbólica, España debería quedar también a una distancia simbólica de los otros tres. Y podría cumplir con mayor facilidad su verdadero objetivo: tener la misma capacidad de bloqueo que los cuatro grandes.

Los intereses, por tanto, son coincidentes. Hasta el punto de que ayer el ministro español de Exteriores, Josep Piqué, afirmó en Bruselas que ha recibido "garantías personales" de su homólogo alemán, Joschka Fischer, de que cualquier solución al problema franco-alemán tendrá en cuenta "los intereses de España". Piqué agregó que es "difícil" de rebatir el argumento alemán de que Berlín debe tener más votos por su peso demográfico.

Holanda (15 millones de habitantes) utiliza similares estrategias para lograr tener más votos que Bélgica (10 millones). Hoy, los dos países tienen cinco votos cada uno en el Consejo. También ayer, Fischer dejó clara la intención alemana de apoyar las aspiraciones holandesas. El canciller Gerhard Schröder ha señalado que para él sería "aceptable" que Berlín tuviera 33 votos; Francia, Reino Unido e Italia, 30 cada uno, y España, 27. La fórmula será aceptada por todos, menos Francia.

"¿Por qué tenemos que reducir el problema a Francia y Alemania?", se pregunta reiteradamente estos días Michel Barnier, el comisario encargado de las reformas institucionales que se abordarán en Niza. Tampoco los dos protagonistas quieren centrar el interés de la cumbre en sus diferencias, y argumentan que ante la cumbre hay divergencias muy diversas que afectan a numerosos países y que debe lograrse "una solución de conjunto".De hecho, tanto Francia como Alemania insisten en que, si la cumbre fracasa, no será por el problema entre ambos, porque las dos partes están dispuestas a lograr un pacto para superar un enfrentamiento que tendría graves consecuencias para la UE y para su ampliación. Fischer afirmó ayer que Berlín "jamás ha hecho de la reponderación de votos una cuestión de prestigio".

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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