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Tribuna:DEBATE
Tribuna
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Las razones de Aragón

El pasado 8 de octubre, Aragón se puso en pie. El Plan Hidrológico Nacional y su trasvase de aguas eran la gota que colmaba el vaso. Más de trescientos mil aragoneses se movilizaban en bloque para decir a España entera: ¡ya está bien! En el Gobierno, ensimismados con la globalización y las cumbres del mundo mundial, pero poco atentos a los problemas de la España de segunda, no entendían nada.¿Pero qué ocurre? Ocurre que en el documento de Planificación Hidrológica se lee: "...nos encontramos con la intensificación del problema que supone el proceso histórico de concentración de la población en el litoral costero mediterráneo y de vaciamiento de la España rural interior, especialmente la meseta norte y el valle del Ebro". Por tanto, concluye el infeliz documento del Ministerio de Medio Ambiente, hay que tomar agua de la España que se vacía y solucionar el problema de crecimiento del litoral. Todo ello apelando a la solidaridad interregional. Increíble.

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Y ocurre también que la mayoría de ese Aragón rural que se vacía y que nada importa al Ministerio de Medio Ambiente se despobló principalmente porque por Ley de 1915 y sucesivas tiene pendientes doscientas mil hectáreas de regadíos por hacer, y por leyes de 1920 y 1930, todas las obras de embalses que hoy pomposamente nos quieren legislar de nuevo. Aragón, un territorio reseco, extenso y mal comunicado, pero atravesado por ríos caudalosos y con la posibilidad de ser un amplio vergel, como lo demuestran sus espléndidos regadíos de la Litera, Cinco Villas y valle medio del Ebro, ha sido secularmente llevado en promesas y engañado, condenando zonas extensas a la desertización total.

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Aragón era a principios de siglo el 6% de la población de España. Hoy es menos del 3%, ha perdido la mitad de su población. El número de municipios es de setecientos veintinueve, casi el mismo que Andalucía, pero con seis millones de habitantes menos. Unos cuatrocientos pueblos están ya prácticamente abandonados. Junto con las dos Castillas y Extremadura, suman la mitad del territorio y tan sólo el 15% de la población. ¿Es ésa la España que queremos?

Aragón en bloque, al rechazar el PHN, ha dicho "No" al actual modelo territorial que se pretende consagrar con este PHN. Una España dual basada en el crecimiento de centro y periferia trasvasando recursos del interior no es un modelo válido, porque el desequilibrio territorial, al crear una España de primera y otra de segunda, atenta contra la cohesión social y, por tanto, no tiene futuro.

Un Plan Hidrológico Nacional no puede concebirse como la constatación de carencias y sobrantes hídricos seguido de la lógica de un trasvase, a menos que el concepto de España se reduzca a una empresa distribuidora de aguas. Un Plan Hidrológico Nacional debe de ser una herramienta más, una potente herramienta de Estado dentro del marco de una política de ordenación del territorio y subordinada a sus objetivos. Por tanto, la primera pregunta que habría que plantear es: ¿qué modelo territorial queremos?

Una posibilidad es la España actual con un centro y periferia muy poblados y un interior vacío. Es el resultado de la lógica económica. En el centro, la fuerza motora es el imán del poder y la capitalidad; en la periferia, el maná del turismo. El interior, mera tierra de paso y a su suerte. Otra posibilidad surge al constatar que el desequilibrio, a la postre, no genera más que ineficacia económica y tensión social, y que en la ley de la armonía y del equilibrio está curiosamente la base de la eficiencia. Por eso, en lo social, donde las fuerzas económicas por sí mismas tienden a la acumulación constante de capital ahondando las desigualdades, establecemos mecanismos de equilibrio y redistribución que, aminorando diferencias, perfeccionan el sistema. Por eso en lo territorial no podemos seguir como hasta ahora, dejando a las fuerzas económicas actuar ciegamente, sino que es imprescindible articular de una vez los mecanismos de reequilibrio.

Atentos sólo al problema de la articulación política de España, hemos olvidado el territorio, como lo demuestra el que no hayamos sido capaces de hacer del Senado una verdadera Cámara territorial. Hemos despoblado media España, olvidando la función estratégica que supone para la economía de un país disponer de un interior bien articulado, y olvidando también el enorme coste marginal que conlleva gestionar la masificación de centro y periferia por encima de la natural sostenibilidad del territorio. Antes no se quiso invertir en aprovechar los recursos naturales de la España interior, y la mitad de la población se marchó. Ahora, con una inversión costosísima queremos llevarnos esos recursos a la periferia y acelerar el proceso. Luego, en el futuro próximo, tendremos que subvencionar para mantener un mínimo de población en el interior. ¿Es esto eficiencia? Es más bien irracional.

¿Está así España más cohesionada socialmente? En un Estado que se define social, democrático y de derecho, eficiencia y cohesión deben de estar ligadas como causa y efecto. El Gobierno, con el PHN, al comportarse como el consejo de administración de una distribuidora de aguas y desligarse de su responsabilidad de ordenación del territorio, logrará justo el efecto contrario. Ahondará en los desequilibrios y romperá en su momento la cohesión social, llevándonos al enfrentamiento regional. Y eso, de no imponerse la necesaria cordura, una vez realizado el trasvase tiene fecha fija, la de la primera sequía.

Miguel A. Hidalgo es presidente de la Confederación de Empresarios de Aragón.

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