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Reportaje:

Tormenta en el paraíso de la Mafia

Trece 'capos' italianos han sido detenidos desde que el Gobierno levantó el veto a 800 órdenes de extradición

José María Irujo

Enrico Ruggiero, un apuesto napolitano de 46 años, vestía ropa deportiva y paseaba relajado como un turista cuando los policías españoles e italianos le salieron al paso hace dos semanas en una calle de Marbella. En los asientos de su coche, aparcado en Puerto Banús, una raqueta de tenis y los recibos de un restringido club privado denotaban que este hierático miembro de la Camorra, al que la policía atribuye el papel de contable, disfrutaba de una vida ociosa y acomodada en su refugio español.A pocas manzanas de allí, su compañero Pasquale Mazarella, de 32 años, no daba crédito cuando comprobó que las personas que aporreaban la puerta de su piso eran seis agentes que le pusieron en la nariz una orden internacional de búsqueda y captura. Su fuga había terminado en presencia de una meretriz, la única testigo que contempló su caída.

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Ruggiero y Mazarella observaban con atención desde España las batallas intestinas que se libran en el seno de la Camorra. Ninguno trabajaba. El primero, con depurado acento español, llevaba años refugiado en la Costa del Sol y carecía de documentación. El segundo acababa de aterrizar. Se les reclamaba por tráfico de estupefacientes y de tabaco.

El reciente acuerdo entre los Gobiernos español e italiano para solventar los impedimentos legales esgrimidos por los fiscales de la Audiencia Nacional y por el Tribunal Constitucional para extraditar a los mafiosos juzgados en rebeldía ha acabado con la parálisis policial. Se ha roto la paz de la que disfrutaban los capos de la Camorra, Cosa Nostra, 'ndrangheta, Mafia Pugliese, Sacra Corona y otras organizaciones criminales.

Desde que el pasado mes de junio el Gobierno levantó el bloqueo sobre 800 órdenes de detención para extradición de criminales italianos, que podían ser perseguidos en toda Europa menos en España, se ha abierto la veda del mafioso italiano. Con Ruggiero y Mazarella, 13 delincuentes, siete de la Camorra, han sido detenidos y aguardan su extradición.

La edición de 1999 de los rebeldes más peligrosos de la criminalidad organizada italiana es un grueso tomo que edita el Ministerio del Interior italiano. En sus páginas aparecen los 500 criminales más buscados de Italia. El capo de la Camorra Giovanni Pistillo, de 54 años, ocupaba un lugar de honor en este libro hasta que el pasado 20 de marzo fue detenido cuando paseaba por el paseo marítimo de Fuengirola (Málaga).

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Pistillo había echado raíces en España. Compró una casa en esa localidad malagueña y escondía su personalidad bajo un nombre falso. Convivía con su mujer y su hija. Las cuatro órdenes internacionales de búsqueda que se dictaron sobre él incluyen un rosario de delitos que van del homicido a la extorsión a comerciantes y el tráfico de armas y estupefacientes. Controlaba las actividades ilícitas en varios barrios de Nápoles y Roma.

Angelina Grimaldi, su esposa, se llevó una desagradable sorpresa el pasado 15 de septiembre. Era su cumpleaños y visitó a Pistillo en la madrileña cárcel de Valdemoro. Cuando terminó la entrevista, policías españoles y agentes italianos de Interpol la detuvieron en la puerta de la prisión. Ignoraba que también existía contra ella una orden de extradición.

La tranquila vida de los propietarios del restaurante marbellí Buen Gusto Italiano, en la calle Calvario, se vio alterada por la cumbre de Nápoles, en la que José María Aznar, presidente del Gobierno español, anunció a su homólogo italiano que se reactivarían las órdenes de detención cursadas por los jueces italianos. Cuatro días después, Vicenzo Mussurici, de 58 años, y su hijo Lucas, de 34, propietarios del negocio, colgaron los delantales de cocina y, conducidos por la policía, acabaron en la prisión de Alhaurín de la Torre.

Bajo el amable aspecto de cocinero de Vicenzo, afincado en Marbella hace ocho años, se ocultaba, según la policía, una trepidante actividad en el tráfico de drogas y en el blanqueo de dinero, actividades por las que se le imputan penas de más de 30 años de cárcel.

A Mussurici se le acusa de liderar desde España una organización criminal que operaba en las regiones italianas de Liguria, Lazio, Piamonte y la Toscana, y traficaba con hachís procedente de España y cocaína y extásis que llegaban de Centroamérica. En Benalmádena cayó Gabriele B., de 25 años, al que Italia reclamaba también por los mismos hechos.

Entre los fogones de una pizzería de Fuengirola fue detenido el pasado jueves Pasquale Ascione, capo de un clan de la Camorra que entre sus múltiples actividades se dedicaba a sobornar a funcionarios de la Administración italiana. Se le acusa del asesinato de un miembro de una banda rival. Antonio Cristiano, de 35 años, otro miembro de la Camorra, corrió en octubre idéntica suerte. Fue detenido en Mislata (Valencia), donde se había instalado. Está ligado al grupo criminal Allenza di Secondigliano y tiene pendiente un juicio por asesinato.

El pasado 20 de junio la policía italiana aguardaba con expectación la llegada a Madrid de un vuelo procedente de Colombia. Un chivatazo poco atinado aseguró a Interpol que en el pasaje figuraba Bernardo Provenzano, el mafioso más buscado de Italia. Luigi Rea, un miembro de la Camorra que viajaba en el aparato con documentación falsa, quedó desconcertado al observar el aparatoso dispositivo policial que le aguardaba.

El rosario de delincuentes italianos detenidos por órdenes de extradición lo completan Gianluigi Pisoni, condenado en Italia a 19 años por uso de armas de guerra, atraco y secuestro; Daniele Virgutto, Gregorio Massimino, Massimo Ludovissi y Giuseppe Chiappo.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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