_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mutante

Hoy tambien debería ser uno de los 365 días mundiales contra el sida, esta pandemia calamitosa.Tras el infame asesinato de Ernest Lluch recordamos con justicia que durante su ministerio tuvo lugar la extensión universal de la asistencia sanitaria. Una de las decisiones consecuentes (desgraciadamente, otras no lo fueron tanto) de los gobiernos socialistas, y una de las causas por las que nuestro Sistema de Salud Pública está -o ha estado- entre los mejores. Algo se compensa así la tacañería en otros gastos sociales y los bajos niveles salariales respecto al resto de Europa y Estados Unidos.Los infectados por el VIH y los enfermos de sida, cuyo tratamiento farmacológico cuesta unas 160.000 pesetas mensuales, son atendidos sin desembolso por su parte, igual que tampoco nadie ha de hipotecar la casa para operarse de apendicitis.

Pero a veces no basta, porque estamos hablando de una dolencia que todavía se oculta incluso al entorno más cercano, un mal que hasta cuando permite la realización de una vida "normal" (cada vez más a menudo, por fortuna), sigue invalidando para muchas tareas. Y que permanece agazapado para recrecer, envalentonado, a poco que bajemos la guardia.

Por eso es tan peligroso el menor descuido en los tratamientos, cuando el virus muta y aparecen resistencias, porque el "arsenal" terapéutico ya no le hace ni cosquillas. Y por eso es tan importante estimular la adhesión a una farmacopea que resulta, hoy por hoy, el único "remedio" contra la otrora ineludible mortalidad.

O sea, justo lo contrario de lo que podría suceder tras la anunciada retirada de pensiones no contributivas de 40.000 pesetas a muchas personas infectadas. Porque quienes las necesitan, abandonarán la disciplina curativa (para cobrar hay que hospitalizarse a menudo), igual que algunos reclusos prefieren empeorar para abandonar la prisión, aunque vayan directos a un centro de terminales. El agravamiento de quienes portan un virus rebelde, además de caro es una bomba de relojería por el peligro de transmisión. No ahorremos en el chocolate del loro: sin ingresos no se puede estar, y la calidad de vida no la dan sólo las pastillas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_