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El escultor Juan Muñoz obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas

Su producción concentra los elementos que definen la identidad artística posmoderna

El escultor Juan Muñoz (Madrid, 1953) obtuvo ayer el Premio Nacional de Artes Plásticas, dotado con cinco millones de pesetas y que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. En estos últimos 15 años, Juan Muñoz ha expuesto en los principales museos de vanguardia del mundo, como el CAPC de Burdeos, el Museo de Arte Moderno de la Villa de París, la Tate Gallery, el Van Hedendaagse Kunst de Gante y los mejores museos americanos.

Desde hace aproximadamente tres lustros, Juan Muñoz es uno de los artistas españoles mejor conocidos y más cotizado en el mercado internacional. Ya en la segunda mitad de los ochenta, era un nombre fijo en las selecciones del joven arte europeo emergente, según los más cualificados foros vanguardistas, como, entre otros, la Documenta de Kassel o el Aperto de la Bienal de Venecia, etcétera, pero durante los noventa es prácticamente el único artista español que se ha instalado como figura de referencia en el coto cerrado neoyorquino, impermeable para los artistas no americanos o filoamericanos.Esta clamorosa proyección internacional ha contrastado con el renuente, escaso, tardío y decididamente mezquino aprecio local, pues en España sólo hace muy pocos años que se le abrió el Palacio de Velázquez del Retiro madrileño para que se exhibiera allí una exposición importante, aunque con itinerancia internacional.

Durante algún tiempo, hacia los ochenta, expuso en Madrid, en las prestigiosas galerías ya desaparecidas de Fernando Vijande y Marga Paz, pero en estos momentos no tiene galería que le represente en su propio país. Tampoco lo desea y necesita, pero el hecho es así.

¿Por qué este desencuentro entre el escultor español y su país? Es cierto que la formación y la mentalidad de Juan Muñoz han sido muy cosmopolitas -entre 1979 y 1981, con una beca del British Council, estudió en la Central School of Art and Design y en la Croydon School of Art and Tecnology de Londres- como para caber en un mercado local, que es además muy exiguo, así como que su actitud ha resultado demasiado displicente para un paladar provinciano, pero sorprende que quien ha triunfado de una forma tan clamorosa y que comenzó a exponer individualmente en Madrid en 1984, tras haber participado en la organización de exposiciones tan relevantes como Correspondencias (1982) y La imagen del animal (1983), haya tardado casi 20 años en recibir un galardón oficial, no hace falta ni decirlo, merecidísimo.

La escultura de Juan Muñoz no tiene nada que ver o muy poco con el sentido clásico del género. Se ha alimentado con rasgos de las vanguardias de las últimas décadas, como el arte conceptual, povera, posminimal, etcétera. Pero sobre todo posee una muy personal forma de interpretación, basada en tratar el espacio en lo que tiene de equívoco, ilusorio, virtual...

Lo simbólico

También lo simbólico juega un papel muy importante en la obra de Juan Muñoz, que gusta de usar sofisticadas referencias culturales, bien a través de homenajes a figuras históricas de procedencia muy variada, como el historiador del arte Otto Kurz, o el poeta T. S. Eliot, como arquetipos de la imaginería popular tratados de forma perversa, como el muñeco ventrílocuo o como las meninas tratadas como balancines con cascabeles.Realmente el universo de Juan Muñoz está cargado de perspectivas y referencias muy complejas que constamente giran en torno a la idea del doble sentido espacial o verbal. En cierta manera en él se concentran casi todos los elementos que definen lo más característico de lo que hoy se conoce como una identidad artística posmoderna, aunque sin el sentido de la trivialidad y de lo espectacular que frecuentan algunos de sus colegas contemporáneos.

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