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Diálogo

Quedaba claro que la espectacular manifestación barcelonesa era anti-ETA; no podía ser de otra manera, porque los etarras se han autoatribuido en esta tragedia el papel de matarifes, y el asesinato de Lluch, como el atentado de Hipercor en el pasado, ha delimitado los papeles. Pero tan claro como la condena a ETA, quedó un tono de civismo reticente con la instrumentalización política de la manifestación y una demanda de diálogo que partía de la propia familia Lluch y se convirtió en la consigna dominante, hasta el punto de llegar a molestar a algún dirigente del PP, que se la tomó como un ataque a su partido, especialmente el emotivo final del eficaz parlamento de Gemma Nierga: "Hasta Lluch hubiera tratado de dialogar con el que iba a matarle".Tenía una cierta razón el dirigente del PP agraviado. La insistente palabra diálogo mostraba una voluntad positiva, pero aludía en negativo a la inútil estrategia del PP de llevar la cuestión vasca a la instrumentación partidaria del autismo aznarita. Durante las horas que mediaron entre el asesinato de Ernest Lluch y la manifestación popular, el tema dominante en los medios de comunicación catalanes fue la sospecha del fracaso de la política gubernamental, el empecinamiento en el sorpasso de la estrategia de Aznar en Euskadi y la alarmante escisión de Mayor Oreja entre ministro del Interior en ejercicio y candidato a lehendakari. En cambio, en el frente de comunicación aznarita, cada día más militante en los medios centrípetos, es un decir, los Ramiro de Maeztu de nueva planta seguían oponiendo al terrorismo etarra ciertos efluvios de la FEN (Formación del Espíritu Nacional), asignatura obligatoria durante los tiempos de Franco, Franco, Franco, y no añadían ni una palabra que reflejara una nueva sensibilidad ante la gravedad de una situación en la que ETA parecía dueña de la iniciativa.

Desde hace meses, el desconcierto de las formaciones políticas buscó la salida de que fuera la sociedad civil movilizada la que convirtiera la calle en el escenario de la resistencia frente a la barbarie y la muerte, resistencia ejemplarmente ejercida en el País Vasco. Y ahora en Barcelona la calle ha pedido diálogo y silencio. El silencio de la retórica.

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