Arabia Saudí quiere deshacerse de la 'trampa' del crudo
La primera potencia petrolera acomete una reforma de la economía para reducir su dependencia del 'oro negro'
ENVIADO ESPECIALRiad es una ciudad de cómic. Desde el aire, se ven grandes rascacielos, amplias avenidas y edificios modernos. El Ministerio del Interior recuerda a un platillo volante. Casi nadie camina por las aceras de la capital saudí. Todos se mueven en coche, aún en las distancias cortas. La mayoría de esos coches se traen de EE UU y son auténticas máquinas tragagasolina. Si uno llega sin saber nada sobre Arabia Saudí, esos coches y la ausencia de peatones son la pista para adivinar que se ha puesto un pie en la potencia petrolera del mundo.
Arabia Saudí ha vivido y se ha desarrollado gracias a la renta petrolera durante los últimos 25 años. A pesar de que su producto interior bruto (PIB) anual ronda los 150.000 millones de dólares, fuentes extranjeras en Riad calculan que el reino posee unos 800.000 millones invertidos fuera del país. Toda esa riqueza se ha convertido en una trampa para el reino. La familia Al-Saud, en el poder desde que se fundó el reino en 1932, ha utilizado el dinero procedente del petróleo para comprar la aceptación popular de su poder absoluto.
Las exportaciones de crudo suponen el 40% del PIB y el 75% de los ingresos estatales. Pero Arabia Saudí arrastra un déficit de cerca de un 10% del PIB desde 1983. En 1998, año el que el crudo cayó por debajo de los 10 dólares, el déficit del sector público superó el 100% del PIB.
Gran parte de los recursos petroleros han sido destinados a la educación. El reino ha creado una clase universitaria que exige buenos empleos y salarios altos. El problema, según empresarios extranjeros con base en Riad, es que, salvo los que completan sus estudios fuera del país, los demás graduados no están preparados para desempeñar cargos importantes en el Estado o en la empresa privada. El paro, según fuentes diplomáticas, es del 35%. La dimensión del problema se aprecia mejor si se tiene en cuenta que el 84% de una población de 20 millones tiene menos de 40 años. De esos 20 millones, más de siete son extranjeros. La mayoría procedente de India, Pakistán, Bangladesh y Filipinas.
El problema de la desocupación entre los saudíes es el principal reto del príncipe heredero Abdulá Abdulaziz Al-Saud (prácticamente en el poder debido a la enfermedad del rey Fahd). Inversores extranjeros y fuentes diplomáticas comentan que Abdulá es capaz de realizar las reformas para diversificar la economía y depender menos del petróleo. "Abdulá es un verdadero beduino", comentan fuentes diplomáticas, "un hombre razonable y de pensamiento libre. No obstante, su reto es muy grande".
El primer pilar del plan de Abdulá es mantener un precio del crudo estable y moderado, entre 20 y 25 dólares por barril, porque si el petróleo se mantiene al actual nivel de 30 dólares, Arabia podría seguir gastando dinero público a raudales y ello aparcaría o retrasaría aún más el proceso de reforma. Además, el alto precio terminaría por desalentar la demanda de crudo.
Todo cambio importante en Arabia Saudí es lento. De entre las reformas pendientes, la más importante es una ley que permitirá a las empresas extranjeras controlar las compañías privadas que se constituyan en el reino, e incluso prescindir de un socio saudí. Uno de los mayores problemas con los que topa esta norma es que, de aprobarse, otorgaría a extranjeros el control de compañías constituidas sobre tierra sagrada del Islam.
Si la apertura económica se acelera, serán las empresas italianas y francesas las primeras en entrar fuertemente al mercado saudí. Respecto a España, las exportaciones -sobre todo textil y calzado- de pequeñas y medianas empresas españolas a Arabia sumaron 800 millones de dólares en 1999. Pero este mercado está un tanto saturado. España sólo puede aumentar su presencia allí consiguiendo contratos públicos o instalando factorías.
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