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Ironías de la reforma

Lástima la ironía si gira en torno a una realidad lastimosa. Veamos: hay carencia de escuelas e institutos por doquier; y los módulos prefabricados, los populares barracones, salpican prácticamente toda la geografía valenciana; muchas edificaciones escolares no demasiado antiguas necesitan remodelarse. De atrás le viene la punta al garbanzo, por mucho que se manifiesten cuando están en la oposición quienes ayer tenían las riendas de la política educativa. Los singulares y versallescos barracones aparecieron en nuestro paisaje hace casi dos décadas, los han sufrido y sufren centenares de escolares valencianos, y nuestro presidente autonómico Eduado Zaplana ni ignoraba esta situación hace seis años ni la ignora ahora. El problema se ha agudizado al generalizarse la LOGSE, que establece de forma loable la escolarización obligatoria hasta los 16 años, y de forma mucho menos loable la forma en que se escolariza al alumnado, que va a acabar con dar al traste hasta con el mismo concepto de escuela para el que vivió Comenius. Pues bien, a pesar de que los barracones se han multiplicado durante el mandato de nuestro presidente autonómico Eduardo Zaplana, la primera autoridad institucional de los valencianos, dando a entender lo contrario de cuanto expresaba indicó "que los que no quieren la educación pública y no invierten -el PP- son los que han resuelto la construcción de los colegios y los que quieren la educación pública". Fin de la burla y paradoja del destino: han desaparecido de repente los refinados, babilónicos y lujosos barracones. En dos años, el problema estará resuelto y el PP tendrá el aplauso electoral de la ciudadanía valenciana porque la educación pública es prioritaria en las filas de Eduardo Zaplana. Para los miles de manifestantes que el viernes hubo detrás del lema Más dinero para la enseñanza pública, para las decenas de miles que no estuvieron en la calle, aunque sí detrás de la pancarta, es como si un canario mudo, encerrado en una jaula, empezase a cantar dentro de dos años. Loado sea el Dios del Sinaí que con tanta gracia irónica adornó el verbo pulcro de nuestro presidente.Y mientras tanto (¡ay mientras tanto!) los sochantres de la LOGSE, los directores del coro que canta la excelencias de aquellos aspectos más teorizantes e irreales de una ley que necesita urgente reforma en profundidad, ironizan también hablando de calidad de la enseñanza para referirse al desatino en nuestro sistema educativo. Otra burla como la de los barracones que llega desde el ángulo de un más que hipotético progresismo. Porque calidad de la enseñanza fue y es Jan Amos Comenius que introdujo las cartillas para aprender a leer en la escuelas y así luego sus compatriotas pudiesen repasar la Biblia en casa. Leer para seguir siendo protestantes a pesar del dominio político de los católicos Habsburgos. Y aprendieron a leer, y todavía hay una sustancial minoría protestante en los territorios de la hasta ayer Checoslovaquia. Pero aquí somos muy ortodoxos, muy católicos, muy aferrados a la verdad revelada de la fe en la LOGSE, aunque esa fe, tan arraigada en algunos sindicatos como en la otrora combatiente CC OO, lleve a la degradación del sistema educativo desde la primaria a la secundaria. Ironía del destino. Pesar para quienes esperaban una reforma para mejor y se encontraron con los barracones y con la teorizante LOGSE. Ni los unos y la otra favorecen la calidad de la enseñanza: la lectura y el protestantismo.

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