La intervención del Supremo de EE UU prolonga la pugna por la Casa Blanca
El tribunal federal decidirá en diciembre sobre la constitucionalidad del escrutinio a mano
Florida, a través de su secretaria de Estado, la republicana Katherine Harris, anunciará esta noche el vencedor oficial en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, pero ése no será el final del fiero combate político, judicial y propagandístico entre Al Gore y George Bush. En primer lugar, porque Gore ha anunciado que rechazará esos resultados oficiales si no le son favorables; en segundo, porque el Tribunal Supremo de EE UU ha decidido hacerse cargo del litigio y escuchará a las partes el próximo viernes. Como tantas otras cosas en la interminable noche electoral, esta intervención del Supremo no tiene ningún precedente en la historia norteamericana.Gore, según cuentan correligionarios que le han visitado en su residencia en Washington, está convencido de que ganó en Florida y no tiene la menor intención de arrojar la toalla hasta que se cuente el único voto que pueda serle favorable. Gore, dicen esos visitantes, es como un ordenador programado únicamente para ganar; en su sistema operativo no está escrita la opción de la derrota. Así que, aunque el senador Robert Torricelli y otros demócratas moderados le recomienden que no prolongue demasiado la batalla, Gore está dispuesto a continuarla si es preciso hasta el 20 de enero, el día en que Bill Clinton debe desalojar la Casa Blanca.
Esa combatividad de Gore, que dirige personalmente todos los aspectos del combate, contrasta con la evidente fatiga de un Bush refugiado en su rancho de Tejas para pescar, pasear a su perro y no ver la televisión. Adelantando lo que sería su modo reaganiano de gobierno, Bush deja mucha cuerda a sus lugartenientes, a los que ayer se reincorporó el candidato a la vicepresidencia, Dick Cheney, recién dado de alta tras el infarto leve que sufrió el miércoles.
Gore ha anunciado que boicoteará los resultados oficiales que proclame Harris. Con ocho días de un retraso impuesto por el Tribunal Supremo de Florida, Harris está autorizada a certificar esta noche el vencedor de las elecciones presidenciales en ese Estado. Por sentencia de ese mismo organismo, deberá incluir en sus resultados las correcciones procedentes de los recuentos manuales de las papeletas mal perforadas, que ayer continuaban en los condados de Broward y Palm Beach. Anoche no era seguro que esas correcciones anulen la ventaja de Bush tras dos recuentos mecánicos y la contabilización del voto por correo, que se eleva a 930 papeletas.
La intervención del Supremo de EE UU, en cualquier caso, ha restado cierto dramatismo al anuncio de los datos oficiales y al rechazo automático de los mismos que hará el perdedor. El viernes, ese organismo adoptó una decisión que pocos esperaban: aceptó a trámite una demanda presentada por Bush contra la sentencia del Supremo de Florida que dio validez a los recuentos manuales y detuvo a Harris durante ocho días.
El próximo viernes, los abogados de Gore y Bush expondrán oralmente sus argumentos ante los nueve magistrados, que no tardarán demasiado en emitir un veredicto. El Supremo de EE UU estudiará si el organismo homólogo de Florida -seis de cuyos siete componentes son demócratas- se extralimitó al imponerse sobre Harris, a petición de Gore. Según Bush, Harris, un cargo de elección popular, aplicó los plazos impuestos por las normas electorales de ese Estado y aprobadas por su legislativo. Al obligarla a aceptar los recuentos manuales y aumentar el plazo de certificación de los resultados, el Supremo de Florida, argumenta el líder republicano, violó la Constitución de EE UU.
La Constitución precisa que son los poderes legislativos de los Estados los únicos autorizados para establecer, antes de la cita con las urnas, los criterios y plazos para la elección presidencial. En definitiva, la sentencia que adopte a comienzos de diciembre el Supremo de EE UU versará sobre la validez de los recuentos manuales. Si cinco de los nueve magistrados desautorizan a sus colegas de Florida, Gore tendrá que pensárselo mucho antes de declararse en rebeldía. Si, por el contrario, los jueces de Washington coinciden con los de Tallahassee, su combate recibirá una tremenda dosis de legitimidad.
Pasó el Día de Acción de Gracias sin que Estados Unidos y el mundo conozcan el nombre del sucesor de Bill Clinton. Ayer, las muchas bromas sobre el asunto que circulan en EE UU empezaban a centrarse en la posibilidad de que Santa Claus tampoco les traiga a Gore o a Bush el regalo de la Casa Blanca.
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