Las lanzadas del pueblo
Amas de casa y paradas de zonas rurales crean empresas que contribuyen a dinamizar las economías locales
Son empresarias de pueblo. Dicho así suena peyorativo. Pero en realidad es todo lo contrario. Crear una empresa en una zona rural tiene un valor añadido: el de romper moldes. Supone salir del papel tradicional de madre y ama de casa para impulsar iniciativas que, además de constituir una alternativa laboral, contribuyen a dinamizar las economías locales. Es el caso de Rosa Esteban que se hizo a empresaria pasados los 50. En Montejaque, un pueblo de 1.000 habitantes de la Serranía de Ronda, casi no había trabajo para los hombres y menos para las mujeres. Así que junto a otras amas de casa se metió en la cocina, pero para hacer negocios. Montaron una cooperativa de mermeladas y viendo que la competencia era mucha, empezaron a experimentar recetas originales. Marrón glacé, nueces con miel, frutos secos al licor, crema de calabaza, mermelada de berenjena...
Rosa confiesa que cuando comenzaron hace tres años, no sentían miedo, sino pánico. Ahora están más tranquilas, aunque aún la empresa no da demasiados rendimientos porque tienen que cancelar el préstamo que solicitaron para empezar. Pero ya los productos de Al-jaque están en tiendas de delicatessen de Málaga, Madrid y Barcelona. Rosa da la receta, pero no las exquisiteces que salen de su cooperativa, sino del éxito: "Creer en lo que haces". Y un consejo: "Diversificar las iniciativas porque en los pueblos el turismo rural no es la única posibilidad que se puede explotar. Hay muchas más".
Cuando Concepción Hidalgo se quedó parada con más de 30 años no estaba para aventurarse en diversificaciones, así que apostó por algo relativamente más seguro: una empresa para traer turistas a su pueblo, Gaucín. Después de tres años de trabajo en Gestur, se ha ganado un lugar en Femma, la Muestra de Empresarias y Emprendedoras Malagueñas que se prolongará hasta el domingo en el puerto. Al mismo tiempo que promociona la empresa, cuida a su niño que no para ni un momento y reflexiona: "Estas iniciativas no sólo contribuyen a la integración de la mujer en el trabajo; además dan vida al pueblo, porque mueven la artesanía, la gastronomía, la restauración".
En las localidades pequeñas, las mujeres que se meten a empresarias al principio no son tomadas muy en serio. Blanca García lo lleva con filosofía: "Te ven como la lanzaílla del pueblo". Después bromea sobre un aspecto no menos importante de la vida cotidiana: "A los maridos le cuesta calentarse la comida ellos solos, pero se acostumbran". Blanca es ama de casa, tiene tres hijos y es una de los 767 habitantes de Iznate. Lo de ama de casa es un decir, porque cuando hace falta sale a vendimiar o a ayudar en el campo. Todavía no es empresaria. Participa en Femma junto a Ana María Ramos en su calidad de emprendedora. Aspiran a crear el primer hotel rural del pueblo. Reconocen que no necesitan meterse en berenjenales para vivir porque con los ingresos del campo la familia sale adelante. Sin embargo, Ana se empeña en dejar los conceptos claros: "Montar una empresa exige preparación y esfuerzo, pero además supone la satisfacción personal de crear algo, de ser autosuficiente y valerte por ti misma".
No menos importante es el aporte a la economía local. Soledad Muñoz, por ejemplo, se dedica a organizar visitas guiadas a la laguna de Fuente de Piedra. En ocho meses ha enseñado a cientos de escolares los secretos de los flamencos, la seña de identidad de su pueblo. Ha bautizado a la empresa con el nombre visigodo de la localidad: Villa di Fonte. De maestra en paro, ha pasado a empresaria y a dinamizadora indirecta de la economía del municipio. Todo un cambio.
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