Un plan hidro-lógico
Nuestros poderes públicos vienen apoderados por la ley, y obligados por la Constitución, a garantizar la racional utilización de los recursos naturales, entre los que destacan los hidrológicos, que suponen como es sabido el soporte básico de la vida. Nada hay por tanto que objetar desde el plano del Derecho al proyecto que ahora consideramos aunque determinados aspectos pueden ser discutibles.La macroreordenación de los recursos de agua en nuestro país, cuyo proyecto, recientemente anunciado ha suscitado, comprensiblemente, una gran sensación en los medios afectados, responde a mi juicio a unos criterios difícilmente discutibles en términos de pura racionalidad económica.
Se trata simplemente de llevar el agua allí donde hay notables carencias de este recurso, en presencia no obstante de otras condiciones ambientales propicias, a saber: calor y luminosidad.
La energía solar y la luz que normalmente le acompaña constituyen factores claves para la producción agrícola, lo que además permite conseguir cultivos de alta rentabilidad y fuera de temporada.
Estas mismas circunstancias, más la proximidad del litoral, impulsan la notable rentabilidad del primer sector económico de nuestro país, el turismo, sin cuyo aporte todos los españoles seríamos un poco menos prósperos. Están por tanto fuera de lugar algunas frívolas descalificaciones que se han pronunciado en estos días sobre el conflicto suscitado en torno al proyecto de trasvase.
Me interesa principalmente subrayar que un aspecto capital del plan es el que implica, pese a su apariencia, no al Ebro sino al Mediterráneo. Ni una sola gota de agua de este río, desde su salida de los Pirineos hasta las proximidades de su desembocadura, será trasladada a lugar alguno.
Este caudaloso río de Europa cruzará Aragón intacto, excepto los caudales que ceda para alimentar los nuevos regadío prometidos a esta querida región. El que resultará perjudicado en este trance es el viejo Mare Nostrum, cuyos seculares aportes del Ebro se quedarán en tierra firme, por lo que en realidad el trasvase proyectado es: Mar Mediterráneo-litoral. No importa mucho ya que a la postre, como anticipó el poeta, todas las aguas van al mar, solamente se les dará una pasada previa por tierra firme. Un problema de otra índole, ecológica, estaría en la construcción de los embalses necesarios para garantizar durante todo el año las aportaciones previstas, lo que afectará sobre todo a las cerca de 32 presas implicadas en el norte pirenaico para la efectividad del Pacto del Agua.
No todo embalse es un disparate en términos ambientales. Dirijo una tesis sobre el tema y algo sé de eso, pero sí me consta que la Unión Europea ha ampliado sus exigencias al respecto vía previa evaluación de impacto ambiental.
Debo recordar que por estas razones, los californianos rechazaron en referéndum un trasvase desde Sierra Nevada. Pero insisto, éste no es el caso, en cuanto al trasvase del Ebro se refiere, que creo va a apoyarse muy lejos del Pirineo en el antiguo embalse de Mequinenza.
Debo confesar mi perplejidad al llegar a este punto. No veo clara la razón de tanto enfado. Seguramente por torpeza de mi parte.
No estaría de más que todas las fuerzas políticas implicadas subscribiesen un acuerdo de Estado sobre este importante tema.
Pero en cualquier caso debe actuarse con rapidez, el Sureste no aguantaría una larga prolongación de la actual situación. Seguramente habría que contemplar medidas coyunturales o complementarias, que existen, por cierto.
Ramón Martín Mateo, ex rector de la Universidad de Alicante, es catedrático de Derecho Administrativo.
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