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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ruidos nacionalistas

El portavoz de Euskal Herritarrok (EH) ha calificado de absoluta "mentira" el contenido del documento interno del PNV de Vizcaya que resumía para sus cuadros el contenido de la última conversación oficial mantenida con el lehendakari Ibarretxe y cuya autenticidad fue ratificada a este periódico por fuentes nacionalistas. En esa conversación, Otegi habría trasladado la impresión de que la ETA renovada en la tregua ha entrado en un ciclo de violencia que puede durar "ocho o diez años más", hasta que se den las condiciones para un proceso similar al que desembocó en el Pacto de Lizarra. Terrible conclusión. El otro interlocutor, Ibarretxe, se ha amparado en el carácter privado de la entrevista para no confirmar o negar su contenido.Es una hipótesis razonable que Arnaldo Otegi intentara presentar al lehendakari el peor escenario imaginable -la prolongación de la presente ofensiva terrorista en el largo plazo- con el fin de empujar aún más al PNV hacia sus postulados. De hecho, desde la ruptura de la tregua, EH se ha limitado a repetir por lo civil lo que ETA manifiesta por lo militar: que el supuesto fin del "conflicto armado" depende de que el nacionalismo no violento (PNV y EA) se avenga a recorrer los pasos "estrambóticos" hacia la independencia de Euskal Herria que les propuso la organización terrorista en julio de 1999.

Para comprobar que ETA ha asumido el pleno control del complejo político y social que aglutina, no hace falta más que mirar el lamentable papel del propio Otegi, que se reduce a contextualizar políticamente de forma instantánea, sin posibilidad de matiz alguno, cada uno de los crímenes de la banda terrorista. A su vez, la inmediata y vergonzante retractación -digna de los mejores procesos estalinistas- hecha por el portavoz de EH en el Ayuntamiento de Irún del tímido reproche que se atrevió a expresar por el "salvaje" atentado del pasado lunes ilustra cabalmente, mejor que ningún otro ejemplo, el sometimiento absoluto de la izquierda abertzale a la estrategia de los terroristas. No hay ni una gota de autonomía.

La banda terrorista es la única culpable de los crímenes que comete, como ayer declaraba en Santiago de Compostela el lehendakari. Pero Ibarretxe y su partido se resisten a admitir que sus reiterados pronunciamientos sobre el "déficit democrático" del Estado y la continua desautorización del modelo autonómico aportan al imaginario de ETA la legitimidad que se niega a sus atentados. Es positivo que el lehendakari afirme que es "una barbaridad" ligar la paz a un determinado marco jurídico. Pero eso y no otra cosa fue lo que el PNV hizo en Lizarra, y lo que sigue haciendo Arzalluz cuando declara a un diario italiano que la "solución" es la independencia y no el estatuto de autonomía.

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Resulta curioso que al portavoz de este partido, Joseba Egibar, le parezcan una "burda manipulación" las referencias al RH negativo recogidas en la entrevista, junto con otras alusiones genéticas tan gratas a su presidente, sin que le merezca ningún comentario la ausencia de cualquier apelación a la voluntad de los ciudadanos vascos, que hasta ahora sólo se ha expresado de forma absolutamente mayoritaria, hace 21 años, a favor del Estatuto de Gernika. Por cierto, con el apoyo del PNV, que ha gobernado desde entonces en Euskadi en aplicación de ese marco jurídico. Sin duda, Otegi podría asumir con los ojos cerrados la tesis de Arzalluz, que no casa en absoluto con el discurso de recuperación íntegra del Estatuto de Guernica con el que Ibarretxe trata de reconfortar a las bases peneuvistas desorientadas con la deriva soberanista de Lizarra.

Esta contradicción de mensajes no hace sino urgir la necesidad de una clarificación definitiva dentro del PNV. Su proverbial ambigüedad resulta insoportable cuando se convierte en una reiterada desautorización de las instituciones que encabeza. Como lo es la numantina resistencia de un lehendakari en flagrante minoría a convocar elecciones con el argumento peregrino de que no serían "la solución". Las urnas no aportarán la solución a la violencia, cuyo final depende de ETA. Pero el PNV tiene en las urnas una magnífica oportunidad para plasmar sin ambages en su programa electoral que su objetivo es la independencia y preguntar a los ciudadanos del País Vasco qué opinan sobre la cuestión.

La reunión que los socialistas pidieron ayer al Gobierno, con el propósito de limitar la crispación añadida a veces por los políticos a la que ya existe entre los ciudadanos por efecto de la brutal campaña terrorista, debería contribuir a clarificar un panorama que en los últimos días ha adquirido una densidad insoportable. ETA no debe marcar toda la agenda política.

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