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Ivex

Miquel Alberola

"Las irregularidades no pueden ser de quien las denuncia". El aforismo no sé si es suyo pero lo soltó Eduardo Zaplana hace casi un año en un pleno de las Cortes en el que se trataba sobre el quebranto económico causado por los avales del Instituto Valenciano de la Exportación (Ivex). Tenía la vena yugular muy inflamada y el esternocleidomastoideo congestionado, señales quizá de que deseaba cualquier cosa antes que seguir padeciendo la incomodidad que le causaba tener que intervenir aquella mañana en el hemiciclo, pese a su superioridad con la muleta y en la aritmética. La máxima tenía resonancias de juicio sumarísimo con sentencia exculpatoria incluida. ¿Cómo podía ser culpable quien acudía al juzgado e interponía una querella? En cierto modo, este sistema ya lo había patentado un acosado Diego Such -small is wonderful, ¿recuerdan?- con respecto al asunto de la adquisión de su maravilloso y gran chalé, antes de que el olor fecal de ese pozo ciego del Ivex, que tanto guió los designios de su consejería, le llevara a "un tema tan bonito" como la revisión del Plan General de Ordenación Urbana de La Nucia. Pero quién se acuerda hoy de Diego Such, que ni siquiera se molestó en ir a la inauguración de Terra Mítica pese a estar invitado como alcalde colindante. Aunque quién podría poner la mano en el fuego a que el Ivex no lo vuelve a poner de moda. Y quién se tenía que acordar ahora del Ivex, a no ser porque el juez ha tenido que archivar la querella a falta de datos que le cuelguen el mochuelo al ex director general José María Tabares, a quien se dio enseguida por huido a Tokio, que fue tanto como declararlo culpable. Zaplana fue entonces a la justicia para evitar que una comisión de investigación en las Cortes le hiciese la autopsia a ese departamento del que tan buenos bronceados dio a Julio Iglesias como embajador de la Comunidad Valenciana, y cuyo caldo todavía rebañan algunos habituales de los mítines del PP como Vicente Ruiz El Soro. Y prisa se ha dado ahora, tras soltar el señuelo de que su partido iba a pedir una comisión de investigación, en recurrir el auto para dilatar el proceso en el tiempo y quién sabe si en el espacio.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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