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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Degradación peruana

El Perú de Alberto Fujimori se va convirtiendo por momentos en una mezcla de ópera bufa y santabárbara en espera de mecha. La crisis encendida en mayo, con el triunfo fraudulento del presidente para un ilegal tercer mandato, escala nuevas cotas. Dio un salto cualitativo con la huida y el posterior regreso a Perú de Vladimiro Montesinos, alter ego del presidente, y en los últimos días los acontecimientos se han hecho esperpénticos. Primero, con Fujimori al frente de perros husmeadores y falanges armadas pretendiendo convencer a los ciudadanos de que encabeza la búsqueda del hombre que, por su encargo, se ha ocupado durante una década de corromper cada institución del país. Después, con la destitución por el presidente de la jerarquía militar colocada por él y Montesinos. Finalmente, con la insurrección regeneracionista, en un escenario evocador de la guerra del fin del mundo, de un oficial al mando de un puñado de hombres.La rebelión del teniente coronel Ollanta Humala contra Fujimori y el estado de cosas en Perú parece a punto de ser acallada por el Ejército. Pero su gesto desesperado, internándose en los más desolados parajes surandinos con unos cuantos soldados exhaustos para establecer un foco de resistencia, le ha convertido en héroe popular. La prensa de Lima alza la voz en su favor, la oposición a Fujimori le muestra su respeto y reservistas del Ejército, en la mejor tradición milenarista, partían ayer entre vítores de la ciudad de Tacna, a 1.200 kilómetros de la capital, para sumarse en las montañas a la causa de las testimoniales fuerzas insurrectas.

El teórico calendario de la transición democrática peruana prevé nuevas elecciones presidenciales en abril y el abandono del poder por Fujimori el próximo julio. Los hechos, sin embargo, están devorando las previsiones, y cabe interrogarse si la degradación política actual permite tan largo recorrido. El presidente asegura que mantiene las riendas, pero los acontecimientos le desmienten. A medida que disminuye su peso político -y muchos peruanos creen que se han evaporado los restos de autoridad moral que le quedaban - se acrecienta la inestabilidad de la economía, la de las Fuerzas Armadas y la del orden general en el país andino. El vacío de poder que asoma en Perú es doblemente peligroso en una nación cuyas instituciones más representativas han sido deliberadamente viciadas y vaciadas de contenido al servicio de un proyecto autoritario de dominio, el de Fujimori-Montesinos, ahora en bancarrota.

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