Los partidos y los ciudadanos vuelven a unirse en la calle en un clamor contra la barbarie de ETA
Decenas de miles de personas acuden en Madrid a la marcha antiterrorista, a la que no se sumó el Gobierno vasco
Unos 200.000 madrileños acudieron anoche a la llamada de los partidos políticos, sindicatos, empresarios, organizaciones sociales y la Asociación de Víctimas del Terrorismo para secundar una nueva marcha de protesta contra ETA; en esta ocasión por su última barbarie: el asesinato, el lunes, del magistrado José Francisco Querol; su escolta, Jesús Escudero, y su conductor, Armando Medina. La concentración, menos numerosa que en otras ocasiones, volvió a unir a los partidos políticos frente a la barbarie etarra, y a éstos con los ciudadanos. Todos ellos recorrieron en alrededor de una hora y en un ambiente tranquilo el trayecto entre la plaza de La Cibeles y la Puerta del Sol con un grito mayoritario como bandera: "Vascos sí, ETA no". Al final, tras la lectura del comunicado, un alegato a favor de la dignidad de las víctimas y de la perseverancia del coraje cívico, muchos congregados, ajenos a las consignas de los partidos, reclamaron a gritos la implantación de la cadena perpetua para los terroristas. Nadie detectó la presencia de ningún dirigente del PNV o del Gobierno vasco.
La pesadumbre de los últimos mazazos de ETA se apreció de forma notoria en los rostros de los políticos y dirigentes sindicales y sociales que abrían la concentración. La marcha hacia la Puerta del Sol empezó con algo de retraso, minutos después de las siete de la tarde. En primera fila se agolparon los máximos responsables de las organizaciones convocantes.
Ni los ex presidentes del Gobierno Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, ni el actual titular del Ejecutivo, José María Aznar, ni los demás relevantes políticos presentes en la calle de Alcalá se permitieron el más leve gesto de reconocimiento ante los aplausos que les dispensaron las miles de personas que no siguieron tras ellos la manifestación, sino que la aguardaban a su paso en las aceras. A Aznar, algunos le reclamaron que "los terroristas cumplan íntegramente las condenas".
El otro ex presidente del Gobierno, Felipe González, se encontraba de viaje de trabajo en México. Y el actual líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, permanecía anoche en León tras enterrar a su madre horas antes.
En la primera fila, tras la pancarta con el lema "Por la libertad. Contra el terrorismo. ETA no", discurrieron Aznar, Suárez, Calvo Sotelo, el presidente del PSOE, Manuel Chaves; las presidentas del Congreso y del Senado, Luisa Fernanda Rudi y Esperanza Aguirre; los secretarios generales de CC OO y de UGT, José María Fidalgo y Cándido Méndez; los presidentes de la patronal estatal y madrileña, José María Cuevas y Fernando Fernández Tapias; el presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz-Gallardón, y el alcalde, José María Álvarez del Manzano; el secretario general del PP, Javier Arenas, el nuevo coordinador general de IU, Gaspar Llamazares, y otros dirigentes políticos, como el número dos del PSOE, José Blanco, el portavoz parlamentario socialista, Jesús Caldera, y el portavoz adjunto de CiU, Manuel Silva.
Justo detrás caminaban varios ministros -Mariano Rajoy, Pío Cabanillas, Federico Trillo, Jesús Posada, Ángel Acebes, Francisco Álvarez Cascos y Celia Villalobos- con la vicepresidenta del Comisión Europea, Loyola de Palacio, y al lado de numerosos miembros de la Ejecutiva del PSOE, entre ellos Trinidad Jiménez, Juan Fernando López Aguilar y Álvaro Cuesta. La representación política y parlamentaria fue muy amplia con la excepción especialmente llamativa de dirigentes del PNV o del Gobierno vasco. Ninguno de los representantes de los distintos partidos convocantes se encontraron en el recorrido con políticos nacionalistas vascos.
Claro está que un relevante dirigente del PP veía con naturalidad esas ausencias: "Ni están ni se les espera". "Toda persona de bien contra la violencia estaba aquí", dijo al final de la marcha el ministro Jesús Posada en referencia a la ausencia del PNV.
La organización corrió a cargo de los servicios de orden de los sindicatos CC OO y UGT, que se vieron en algún momento desbordados ante la cantidad de políticos en la cabecera y de medios de comunicación que pretendía reflejar esa imagen de unidad ante el terrorismo. La personalidad que atrajo el interés mayoritario fue el escritor y premio Nobel José Saramago, que había participado minutos antes en el cercano Círculo de Bellas Artes en la entrega de un premio. Inmediatamente quiso unirse a los manifestantes para expresar "su dolor y su rabia" por las repercusiones de los crímenes de ETA.
En el mismo acto cultural que Saramago había participado el líder de los socialistas vascos, Nicolás Redondo Terreros, que también se integró luego discretamente a la marcha.
También acudieron los embajadores de Francia, Alemania, Italia y Países Bajos, "Francia está con ustedes", le dijo a Aznar el representante francés.
El eslogan "Vascos sí, ETA no" se escuchó durante todo el recorrido y se podía leer también en la mayoría de los carteles. Ese grito ahogó otros, menos organizados y muy esporádicos, que salían desde las aceras exigiendo la cadena perpetua e incluso la pena de muerte. La supremacía de las primeras proclamas, del estilo "Ni ETA ni cómplices, ni allí ni aquí", sobre las que demandaban un endurecimiento de actual ordenamiento jurídico, supusieron un alivio para los políticos, según reconocían entre ellos durante la manifestación.
La comitiva llegó finalmente delante de la Casa de Correos, que alberga la presidencia de la Comunidad, y los portadores del lema subieron al escenario para escuchar el comunicado que leyó el secretario general de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Luis Delgado Cabezas. Sólo Adolfo Suárez prefirió no acceder al estrado.
Delgado recordó primero que toda su familia se había visto afectada en 1988 por un atentado como el del lunes y leyó un texto cargado de principios éticos y humanistas, de esperanza y coraje cívico, frente "a las bestias sanguinarias del terrorismo". Acabó esa lectura poco antes de las ocho.
Los congregados en ese momento en la Puerta del Sol no se demoraron entonces para reclamar a coro la cadena perpetua. Los políticos se aprestaron a abandonar la zona por un cordón de seguridad que les abrió la policía hacia la calle de Carretas, y en ese pasillo fue en el que tuvieron que escuchar, ya casi en un clamor: "Mano dura, cadena perpetua".
El ministro Posada se apresuró a precisar que la Constitución no permite la cadena perpetua.
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