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El terremoto de la Intifada

Los líderes árabes están preocupados por los efectos de la campaña palestina sobre su política interior

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ENVIADA ESPECIAL"Boicotea un producto y salva a un árabe". El eslogan, que se ha popularizado en las últimas manifestaciones egipcias contra la represión israelí a los palestinos, se hace eco de una campaña popular contra todo lo que venga de Israel y, por extensión, también de EE UU. Sacudidos por las imágenes de la desigual batalla entre el poderoso Ejército israelí y los niños palestinos con tirachinas, los ciudadanos árabes están mostrando un activismo sin precedentes que subraya la creciente distancia entre la calle y sus dirigentes. Fuentes oficiales no esconden su temor por los efectos que esta toma de conciencia puede tener sobre la política interior de cada uno de los países.

La situación no es la misma en Egipto o Jordania (únicos países con relaciones plenas con Israel) que en Irak o en las monarquías del golfo Pérsico. En tanto que los regímenes más radicales se benefician de esa distracción exterior y lanzan llamamientos a la guerra (Irak incluso ha empezado a entrenar voluntarios), los Gobiernos con políticas más cercanas a Occidente hacen equilibrios para conjugar el malestar de su gente con políticas moderadas. El compromiso alcanzado por la Liga Árabe ha decepcionado a los ciudadanos de los países vecinos de Israel.

Con más de la mitad de la población por debajo de los 25 años, tasas de desempleo que oscilan entre el 10% y el 20% y una ausencia casi total de representación política, los jóvenes árabes de Oriente Próximo han encontrado en las manifestaciones antiisraelíes una oportunidad de dar salida a sus frustraciones. Ni los palestinos ni la mayoría de los árabes han visto los frutos del proceso de paz. Los Gobiernos saben que, si responden con la dureza que les piden sus pueblos, harán el juego a los extremistas. Pero, si descuidan el sentir de la calle, pueden perder su popularidad.

"Claro que estamos preocupados", reconoce a EL PAÍS un diplomático jordano durante la cumbre de El Cairo, "porque nosotros somos parte del problema". "Lo que ocurra aquí va a tener efectos sobre nuestra población y sobre los refugiados", añade. Además de acoger al mayor número de refugiados palestinos de las tres guerras con Israel (1948, 1967 y 1973), Jordania cuenta con más del 60% de ciudadanos de origen palestino. "Existe una gran presión de la calle", admite. No obstante, reitera la postura oficial: "La paz es nuestra opción estratégica; no hay otra elección, aunque somos conscientes de que algunos se oponen a ella".

Fuentes diplomáticas egipcias también insisten en la vía de la paz y el diálogo. Sin embargo, el clamor popular contra la reciente cumbre de Sharm el Sheij pidiendo que se rompan todas las relaciones con Israel forzó al presidente Hosni Mubarak a justificar su actuación. "Los sentimientos antiisraelíes no son nuevos y están alimentados por un grupo de llamémosles intelectuales que por alguna razón se han arrogado la misión de representar los sentimientos árabes; suelen ser usados por el Gobierno para mostrar al mundo que operan bajo presión", aseguran fuentes israelíes.

M. M., un hombre de negocios egipcio, no está de acuerdo. En su opinión, los sentimientos de la gente son genuinos. Aunque admite que su Gobierno prefiera oír eslóganes pidiendo la liberación de Jerusalén que reclamando democracia, ha presenciado gestos que le convencen de ello. "La estupidez del comportamiento israelí ha logrado que por primera vez todos estemos unidos", reflexiona en voz alta.

La profesora de Ciencias Políticas Salwa Sharawi Gomaa coincide. "Ha generado una conciencia política entre los estudiantes que no habíamos visto antes", asegura. "La sociedad egipcia se ha transformado; [la situación palestina] se ha convertido en el eje central, por delante del proceso electoral en curso". Sin embargo, no cree que las manifestaciones vayan a desestabilizar el régimen. "Al contrario, se trata de un signo de apoyo. La mayoría no quiere la guerra, sino una solución política".

Fuentes diplomáticas occidentales tampoco ven riesgo, de momento, de que la calle egipcia se desborde. Pero la maltrecha oposición intenta capitalizar el potencial de descontento. "La respuesta del Gobierno ha sido timorata; hay que hacer más", asegura Yasín Tageldín, miembro de la ejecutiva del Wafd (liberal).

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