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Entrevista:Nikolaus Harnoncourt. Director de orquesta

"El dogmatismo es un peligro para la Corriente Auténtica"

Jesús Ruiz Mantilla

Agitador cultural y creador, actúa en Valencia y Madrid la semana próxima con la Orquesta Concertgebouwde Amsterdam y La creación, de Haydn, en el programa. Es el personaje del que más se ha hablado en el mundo de la música clásica durante el presente año Bach. Hace casi medio siglo inventó con su grupo, el Concentus Musicus de Viena, la Corriente Auténtica.

Nikolaus Harnoncourt (Berlín, 1929) sigue con los ojos bien abiertos y en activo: "Creo que tengo todas las fechas comprometidas hasta que me muera", dice. Hace casi cincuenta años, Harnoncourt, entonces veinteañero -"en el 54 empezamos a ensayar y en el 57 debutamos", rememora-, y sus músicos reivindicaban tocar a los compositores barrocos, principalmente, con los instrumentos de sus épocas y recorrían los monasterios, las tiendas de antigüedades y los lugares más recónditos en busca de instrumentos con 300 años de singladura para el empeño. Empezó como un divertimento, siguió como una lucha porque una parte importante y poderosa de su mundillo, con Herbert von Karajan al frente, se les echó encima y ahora, aunque sigue levantando ampollas en algunos, ni siquiera sus más acérrimos enemigos discuten su valor ni el cambio que ha supuesto su aportación. El secreto, aparte de que ha servido para sacar del olvido y de las sombras a muchos músicos geniales, Monteverdi incluido, está en que estas interpretaciones fieles al pasado, suenan frescas y llaman la atención como algo nuevo y como un viaje en el tiempo. Pero Harnoncourt, lejos de sentirse complacido por haber pasado a la historia, advierte de los peligros que también genera su criatura...Pregunta. El año Bach ha demostrado la buena salud de la Corriente Auténtica que usted creó. ¿Cuál es su diagnóstico?

Respuesta. Primero, aunque a mí no me importa, yo no lo llamo Corriente Auténtica, es un nombre que pusieron los críticos ingleses, y no lo llamo así porque no es un problema de autenticidad, es algo más general lo que reivindicamos, es transmitir de la mejor forma posible el pasado a nuestro tiempo. Yo prefiero describirlo como uso de los instrumentos de la época o práctica musical de su tiempo.

P. Así todo, usted es consciente de que lo que empezó a hacer con su grupo en Viena ha pasado ya a la historia.

R. Sí. Fue muy importante y es muy importante, pero tiene sus peligros, y son tres. Primero: el dogmatismo. Los más fanáticos dicen que lo importante es tocar con los instrumentos de la época por encima de todo y yo creo que eso está bien, pero está mejor ser fiel a la música, transmitir algo con ella. Eso nos lleva a lo segundo: que la forma se vuelve más importante que el contenido. Todo puede ser interpretado con corrección y fidelidad a la época en cuanto a los objetos, pero sin brillantez. Y el tercer peligro es el miedo que tienen las grandes orquestas a interpretar el repertorio de Bach, Mozart o Haydn porque han surgido tantas formaciones de esta corriente en el mundo que todas esas obras las dejan para ellas y se alejan de estos compositores. Yo creo que hay que cubrir toda la paleta musical. Una orquesta no puede interpretar bien a Bruckner, Brahms, Schumann o Alban Berg si no conocen a Bach y a Haydn.

P. ¿Por eso usted no se ha alejado de las grandes orquestas?

R. Vivo con esa contradicción. Yo vengo de una gran orquesta [fue violonchelista de la Sinfónica de Viena] y sé lo que son. Pero hago todo lo que me permite disfrutar. Por ejemplo, La creación, de Haydn, que vamos a hacer en España está interpretada por una orquesta sinfónica, la Concertgebouw, con la que colaboro desde hace 30 años, que yo dirijo con la experiencia que me da la técnica de la Corriente Auténtica. De todas formas, a lo largo de mi vida se ve lo que yo he querido aportar si se fija usted en lo que no he querido incluir en mi repertorio.

P. Por ejemplo.

R. Siempre he preferido el contenido a la brillantez, a lo colorido, a los sonidos bonitos. Hay dos grandes pilares de la música universal, Bach y Mozart, que siempre he amado. También a Haendel y Monteverdi [el director dedicó diez años de su vida a estudiar e interpretar obras de Monteverdi por todo el mundo, y desde que él lo hizo de modo reivindicativo, la importancia del creador de la ópera es indiscutible]. También los barrocos vieneses, holandeses y franceses. Del XIX me gustan Schumman, Mendelsson o Brahms. Y no he interpretado a Gluck, a Berlioz, a Richard Strauss o a Mahler.

P. ¿Y por qué no a Mahler, que está considerado uno de los músicos más influyentes de la historia?

R. Porque el artista debe usar su experiencia personal en la vida para su arte, como hacía Schubert, pero no contarnos su biografía. Y Mahler no hace más que hablar de sí mismo en sus obras.

P. Usted tuvo que enfrentarse a los poderes más influyentes del mundo de la música para defender su corriente. Herbert von Karajan fue uno de sus principales enemigos. ¿Llegó a entender lo que usted pretendía hacer?

R. Yo creo que Karajan nunca conoció a fondo nuestro movimiento. Pero a mí me conocía muy bien. Él me contrató como violonchelista para la Sinfónica de Viena y hablamos y discutimos mucho. Nos apreciábamos realmente. Pero luego, más tarde, empezó a interpretar a Bach cuando fue a la Filarmónica de Berlín y en cada crítica que le hacían aparecía como referencia mi nombre. Eso le dolió mucho. Luego publicaron un artículo desagradable en Der Spiegel, que nos enfrentó sin quererlo. Yo negué todo lo publicado, que no merece la pena que lo recordemos ahora, pero él nunca lo olvidó. También creo que su entorno contribuyó a separarnos y mi participación en el Festival de Salzburgo mientras él lo dirigió nunca fue posible.

P. Ahora su generación es la más poderosa en el mundo de la música. ¿Cuáles han sido sus aportaciones?

R. El poder ha cambiado. Poderosos hoy en día son sólo los políticos. Dirigir no es poder, no lo implica. Lo poderoso es comunicar, ahora, humanamente. Ésa es nuestra aportación, yo creo, usar la comunicación para ser más creativos.

P. Por eso no usa usted batuta.

R. Mientras funcionen mis manos, basta. Las prefiero. Un palo sirve para pegar, y a mí eso no me gusta.

P. ¿Qué tiene que aportar la música en el próximo siglo?

R. La música es parte indivisible de la cultura. La cultura es una unidad de arte, literatura, música. Los políticos han abandonado la cultura y la música. Ambas son parte de la vida. Ir a un concierto nos hace mejores personas porque el ser humano, como Haydn muestra en su Armida [una ópera que acaba de grabar Harnoncourt con la soprano Cecilia Bartolli y su Concentus Musicus] el hombre tiene una parte lógica y otra de fantasía. Los políticos ahora potencian la lógica, y eso, sin fantasía no va por buen camino. Con lógica se puede matar, pero la fantasía suaviza eso porque en la fantasía hay amor por las cosas y no se puede matar lo que amamos.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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